CRÍTICAS PELÍCULAS

viernes, 29 de mayo de 2020

PLEASURE KILL (1987)

El género del Pinku-eiga dio sus buenos frutos durante los años 70 a estudios como la Nikkatsu o la Toei pero el género iba a sufrir algunos cambios durante los ochenta debido a cierto estancamiento, necesidad de superar unas tramas que ya de por si resultaban estrambóticas, perversas y exageradas además de la crisis de público provocada por el avenimiento del Japan Adult Video y el mercado videográfico. La Nikkatsu ideó la Roman X, un viraje del Pinku hacia tramas más descarnadas, explícitas y de una violencia sexual cada vez más misógina. La sádica Woman in a box: Virgin Sacrifice (1985), es un ejemplo de esta nueva dirección del estudio. Hay un aspecto a destacar y es que en los 80 el mercado videográfico japonés estaba en auge y cada vez eran más frecuentes los films que llevaban un paso más allá el erotismo realizando una simbiosis con el terror y el gore. El faro a seguir de esta tendencia se encuentra en la trilogía Guts of a virgin (1986) aunque la moda llegaría a extremos tan enfermizos como la saga Guinea Pig. Como vemos, estos nuevos planteamientos acabarían derivando hacia un festival de hemoglobina, torturas y gore que inundaría el mercado a finales de los 80 y buena parte de los 90. De entre este festival de tripas y desnudos, apareció Hisayasu Sato, director de más de una sesentena de películas desde mediados de los 80, la mayoría con el sexo como motor pero con unas características conceptuales más profundas o diferentes y que resultaron una pequeña bocanada de aire fresco para el género. Un señor, el cual, es artífice de títulos como Lolita Vibrator Torture (1987) o Horse, woman, dog (1990). Sato destacó en la época como un autor de ciertas ideas que acababan por dar un peso interesante a sus films aunque, en cierta manera, el director encontró la manera de justificar la violencia más extrema con unos conceptos a primera vista profundos.

Horse, woman, dog (1990).
Otro de los "clásicos" de Sato
Salido del submundo punk e industrial del underground japonés sus películas rebosan furia y de un sexo incómodo y violento. Una estética que bebe mucho del video, el gravure y el snuff con unas tramas que abundan en un nihilismo aterrador presentando a una sociedad con una incapacidad para relacionarse entre sí y cada vez más dependiente y fusionada con la tecnología. Es de remarcar su curioso gusto por mostrar la violencia o el sexo de una manera voyeur, siendo observado el acto a través de visores de videocámaras, a escondidas o a través de pantallas de televisión. De entre sus inicios destaca un film como Pleasure Kill (1987), también conocida como Lustmord, el cual el aficionado, al leer su trama notará cierto paralelismo con el clásico goreNaked Blood (1996), también de Sato. Y es que Naked Blood (1996) no es sino un remake con (algo) más de presupuesto y medios que la seminal Pleasure Kill (1987).

En el film, tres chicas se prestan como conejillos de indias para experimentar un fármaco, en su última fase antes de ser puesto a la venta al público. El hijo de la doctora encargada del experimento adultera el fármaco, con unas consecuencias terribles ya que provoca en las chicas una ninfomanía mortal. 

Las señas de identidad de Sato se encuentran en el presente film en todo su esplendor. Violaciones incómodas de visionar, videojuegos, música de 8-Bits y una serie de perversiones sexuales llevadas al extremo, esta vez ocasionadas por el fármaco adulterado por el nerd protagonista el cual lleva a las féminas a la ninfomanía solo aplacada con el dolor físico. El personaje protagonista demuestra tener restos del síndrome del Hikikomori (adolescentes japoneses que permanecen encerrados en su habitación durante meses sin relacionarse con nadie, el mismo Hisayasu Sato reconoció haber sido un Hikikomori en su adolescencia), y que a pesar de su genialidad para la ciencia es un adolescente con incapacidad para relacionarse con el sexo opuesto así como sus nulas capacidades sexuales, terminando éste por usar la violencia en el acto íntimo.
Una doctora prueba un nuevo fármaco.

Pero su hijo ha adulterado el medicamento.

El nerd comienza una relación algo malsana con una de las chicas.

Mientras los efectos del medicamento comienzan a manifestarse...

...con violentos resultados.

El film abunda de una violencia, a veces no necesariamente explícita en sangre (salvo en algunos momentos que tela), pero si de cierto sadismo extremo que me hicieron revolverme en el asiento por incomodidad. Las reacciones sexuales al fármaco por parte de las tres féminas participantes en el experimento se degradan hasta llegar a momentos shock protagonizados por cuchillos, depilaciones peligrosas con la cuchilla de afeitar entre otras auto-lesiones. El film incide en esa particularidad de Sato de grabar a gente normal en la calle ajena a todo lo que está pasando y su escena final no deja de tener cierto regusto cuasi-apocalíptico centrado en esa idea de la dependencia de la tecnología y la incomunicación social derivado de ello, cayendo en la psicopatía, el homicidio y la violencia sexual.

Pleasure Kill (1987) es un producto de Serie B, casi Z, de apenas presupuesto y medios, pero abundante en ideas y conceptos que serán del agrado del seguidor del género. Si Naked Blood (1996) es un remake con más medios pero definitivamente entregado al gore y a los fans del propio género del splatter, está desprovista de la violencia sexual, anárquica y nihilista de Pleasure Kill (1987), ejemplo de un Hisayasu Sato desatado en su furia fílmica. Desde luego, un film difícil de recomendar y no objeto de todos los gustos. Una película oscura y violenta en su forma de plasmar el sexo más sádico y perverso, pero sin duda, una de las cimas del iconoclasta Sato quien en su momento logró darle una vuelta de tuerca al género del erotismo nipón. Una vuelta de tuerca que no hizo sino aumentar en cientos la aparición de films cada vez más monstruosos en violencia y sexo masoquista.

jueves, 28 de mayo de 2020

GAMERA, EL GUARDIÁN DEL UNIVERSO (1995)

 

Tras una serie de films de ínfima calidad, la saga clásica de Gamera quedó paralizada y hundida en los confines del mar tras Supermonstruo Gamera (1980). Tras el exitoso renacimiento de Godzilla a mediados de los 80 muchos comentaron la aparición de una nueva entrega de la tortuga gigante. Los fans siempre han deseado ver en la gran pantalla a Godzilla y Gamera juntos y dándose de hostias pero el hecho de que fueran criaturas de estudios cinematográficos diferentes dificultó la tarea aunque eso no evitó que durante finales de los 80 aparecieran carteles publicitarios anunciando un posible Godzilla vs Gamera. Por el momento seguiremos soñando con un enfrentamiento de esas proporciones y conformándonos con los numerosos montajes hechos por fans y que podemos encontrar en Youtube (hay alguno de gran calidad).

Con Godzilla disfrutando en los 90 de las mieles del éxito con su serie Heisei (1984-1995), una renacida Daiei se apuntó al carro de este nuevo interés por el Kaiju Eiga y anunció para 1994 un reboot de su monstruo insignia, Gamera. Esta nueva entrega de la tortuga y como veremos más adelante no se quedó en el mero exploit (una vez más) de Godzilla. El gran causante de que Gamera, el guardián del universo (1995) fuera algo revolucionario y único es Shusuke Kaneko y todo el equipo técnico y artístico que lo acompañó tanto en ésta como en las dos entregas posteriores de la trilogía noventera de la tortuga. Kaneko, un enamorado del Kaiju y del cine fantástico en general, siempre soñó con rodar una entrega de Godzilla (para eso tendría que esperar hasta 2001) pero la Daiei le ofreció libertad creativa con Gamera, el cual no era precisamente uno de sus monstruos favoritos. Antes de embarcarse en Gamera, Kaneko llamó la atención de Brian Yuzna, quien pidió que rodara uno de los segmentos del film Necronomicón (1994). Pero resulta muy curioso que los orígenes del director se encuentren en el Roman Porno de la Nikkatsu a principios de los 80 donde Kaneko dirigió joyitas tan divertidas como Koichiro Uno's Wet and Swinging (1984) o Itazura Lolita: Ushirokara virgin (1986).

En el film que nos ocupa, una embarcación que lleva un cargamento de plutonio choca con un gran atolón en mitad del océano Pacífico. Segundos después, los horrorizados tripulantes observan como el atolón se aleja lentamente por sí mismo. Mientras, en la isla Himegami, un grupo de biólogos que investigaban una nueva especie de pájaro desaparecen junto a la aldea pesquera en la que residían. Gamera, el guardián del universo (1995) supone una renovación del género en toda regla. Kaneko recoge los mejores y más puros elementos del Kaiju y los moderniza a las nuevas generaciones de manera seria y adulta y con un estilo influenciado por el cine fantástico y de acción americano de la época. Un ritmo non stop, ágil y fresco que te mantiene pegado a la pantalla. Kaneko, además, comete el acierto de tardar en presentar en pantalla a los monstruos prefiriendo crear atmósfera y un clima de suspense muy acertado en el primer tercio del film con el descubrimiento en medio del océano de un enorme atolón y que resulta ser el caparazón de Gamera.
El pájaro Gyaos siembra el caos

"Algún dia te enseñaré Tokyo sin monstruos..."

Batalla en la estratosfera

El mejor plano del film

Asagi tiene una conexión telepatica con Gamera. 

Gamera, preparada para su ataque final

Gamera se retira de nuevo al fondo del mar

Foto de rodaje
Como hemos comentado, el film contiene un ritmo fresco y ágil pero otro de los puntos a favor del film son sus personajes, más carismáticos de lo acostumbrado (el inspector de policía interpretado por el actor fetiche del director, Yukijiro Hotaru, también un actor asiduo al Pinku de los 80, es un ejemplo) y con una obsesión por parte de Kaneko de presentar protagonistas femeninas, como la fantástica Shinobu Nakayama interpretando a la ornitóloga Nagamine y que va tras los Gyaos. Como curiosidad, en el film aparece Ayako Fujitani, hija de Steven Seagal y que también aparecerá como protagonista años más tarde en la interesante Ritual (2000) de Hideaki Anno (creador de Evangelion y director de la reciente Shin Godzilla) y cuyo personaje en Gamera irá apareciendo durante toda la trilogía. Su personaje, llamado Asagi, mantiene una conexión telepática con Gamera sustituyendo así a las hordas de niños chillones de la serie clásica por algo más interesante y moderno. Y no faltan los cameos de actores clásicos del Kaiju como Akira Kubo (Los monstruos invaden la Tierra, El hijo de Godzilla, Invasión extraterrestre) o Kojiro Hongo (Los monstruos del fin del mundo, Gaos el terror de la noche) interpretando a generales militares en el presente film. Gamera, el guardián del universo (1995) presenta elementos inéditos y frescos en el género como su acercamiento al cine de terror en los primeros ataques de Gyaos en la isla (presentados desde la visión subjetiva del monstruo) además de un muy agradecido sentido del humor (el científico desaparecido cuyas gafas aparecen de entre los excrementos de Gyaos) y auto-parodia que le sienta de maravilla como cuando el protagonista masculino le dice a Nagamine, la ornitóloga: “Algún día te enseñaré Tokyo sin monstruos…” o cuando las mujeres se quejan del elevado precio del pescado desde la aparición de Gamera.
 
Foto de rodaje
El elemento que más se resiente en el film, pero por motivos presupuestarios, son los efectos especiales, bastante rudimentarios (nunca me ha acabado de convencer Gyaos en este film, demasiado rígido y con ojos de teleñeco…), pero eso sí, con la mitad de presupuesto que en una entrega de Godzilla de la época se consigue sacar jugo de forma sorprendente. Shinji Higuchi (co-director de la reciente Shin Godzilla), un auténtico mago de los efectos especiales, consigue momentos impecables con las maquetas, remarcando el enorme tamaño de los monstruos y probando cosas como el de utilizar cielo real en los momentos con las criaturas, ángulos realistas y bajísimos a vista de persona, tantear con los efectos digitales o el de grabar a los monstruos con luz natural. Como curiosidad, Gyaos fue interpretado por una mujer para darle así unos movimientos más femeninos a la criatura siendo la primera vez que una mujer interpretaba a un Kaiju. Pese al poco presupuesto, la pericia de Higuchi consigue que el film parezca mucho más de lo que es. Hay muchas ganas, muchas ideas en este Gamera. El origen de los monstruos es totalmente reescrito (de hecho no se toma en cuenta ninguna de las entregas previas de la tortuga) presentando tanto a Gyaos como a Gamera como creaciones de laboratorio de una civilización antiquísima y ya extinta (similar a la Atlántida) y destinadas a enfrentarse. Así, el tratamiento de los monstruos y en concreto de Gamera, como de una criatura que forma parte del espíritu del mundo y el equilibro de éste entra en terrenos más espirituales y que resultan un acierto (tratamiento que parece haber influido en el Godzilla de Legendary). El colofón del film lo vemos en su impecable clímax final repleto de fuego y explosiones con unos monstruos pletóricos y que es una muestra de la estética espectacular que veremos elevada al cubo en las dos entregas siguientes de la trilogía (ya con más presupuesto).

Gamera, el guardián del universo (1995) es un film que moderniza el género a las nuevas generaciones. Un film de estética espectacular, de ritmo ágil, fresco y con muchas ideas y sanas intenciones borrando de un plumazo todo atisbo de cutreza e infantilismo visto en los films de los 60 y 70. Una carta de amor al género realizada con mimo y buen hacer y que supone el inicio de una trilogía que acabaría por convertirse en la cima de calidad del Kaiju Eiga. Gamera, el guardián del universo (1995) obtuvo un fuerte éxito en Japón y una buena repercusión internacional llamando la atención de los críticos y llevándose algún que otro premio en festivales de cine como los Blue Ribbon Awards de 1996 donde consiguió sendos premios a "Mejor actriz de reparto" (Shinobu Nakayama) y "Mejor Director" (Shusuke Kaneko). Además de triunfar en el Yokohama Film Festival llevándose hasta 4 premios: "Mejor actriz de reparto" (Shinobu Nakayama), "Mejor guión", "Mejores efectos especiales" y "Mejor Director" (Shusuke Kaneko).

domingo, 24 de mayo de 2020

HALFWAY (2009)

En la misma línea de Rainbow Song (2006), Halfway (2009) supone un proyecto de Shunji Iwai para Eriko Kitagawa, reputada guionista de series de televisión japonesas (por los que ganó algunos premios) y que supone su salto a la gran pantalla en calidad de directora, con un Iwai encargándose del guión y la producción. En el film, una pareja de jóvenes empieza a salir, pero sus días felices son interrumpidos por un sólo hecho: ella tiene la intención de entrar en una universidad local, y él no. La chica le implora a su novio que no se vaya y así él comienza a pensar sobre las prioridades en su vida.

Halfway (2009) es una obra sencilla y amable en sintonía con la simpleza narrativa de films como Historia de Abril (1998). En este caso, el eje por el que circula todo el film se basa en el conflicto que sufre una pareja adolescente sobre si Shu (el chico) debe irse a una universidad lejana en busca de sus sueños pero dejando a su pareja en el pueblo natal. Un conflicto que gira y se rebate durante sus 85 minutos. Una simpleza narrativa buscada y que dio excelentes resultados en films como Historia de Abril pero que aquí no acaba de cuajar del todo pese a los aciertos que podemos vislumbrar. La pareja de adolescentes está bien interpretada por Kii Kitano y Masaki Okada. A Kitano la vimos
protagonizando Yubisaki (2006) de Isao Yukisada o Bandage (2010) (con también guión y producción de Shunji Iwai), aunque se ha prodigado mucho más en series de televisión como Life (2007), donde se abordaba el tema del bullyingMasaki Okada ha aparecido en numerosos films, desde la agradable A gentle breeze in the village (2007), a profesor ingenuo en Confessions (2010) a participar en el live-action de Jo Jo’s bizarre adventure: diamond is unbreakable (2017) de Takashi Miike.
Volviendo a Halfway, la ambientación de otoño en un pueblecito de Hokkaido es impecable. Dichas localizaciones van como anillo al dedo al tono del film: pausado, contemplativo, dialogado y muy pacífico. Además logra introducirte totalmente en un instituto japonés de las afueras y en las vivencias de los personajes de una forma natural (el sello Iwai se vislumbra por todo el metraje).
Las interpretaciones de la pareja de jóvenes son muy acertadas y muestran una gran química. El estilo visual tiene mucha influencia del cine de Shunji Iwai, por supuesto, pero Kitagawa destaca por aportar largos planos de cámara en mano siguiendo a los personajes y sus conversaciones, logrando un efecto muy cercano a ellos y de gran calidad visual. Además, tras las imágenes subyace una bonita reflexión sobre la adolescencia, las perspectivas de futuro, las prioridades y las expectativas que uno espera de la vida.
Hiro, una adolescente como las demás y enamorada de Shu

Los dos jóvenes inician una relación. Todo va viento en popa hasta que...

Shu, no tiene intención de pasar toda su vida en el pueblo

Shu se lo tendrá que pensar dos veces: romper con su chica o luchar por sus sueños



Pese a sus aciertos, Halfway se queda en una mera curiosidad. Un film agradable pero no memorable, y cuya extremada simpleza argumental le juega en contra en algunos pasajes del metraje. Aunque al acabarla consiga dejarte un buen sabor de boca y una sonrisa tonta de satisfacción en la cara. No es una gran película pero tampoco es ése su propósito, suponiendo un ejemplo agradable de cine independiente japonés. El film cumple con su objetivo de introducirte en un mundo que nos es ajeno: un pueblecito del norte de Japón. La pareja de adolescentes realiza un muy buen trabajo a nivel interpretativo y contiene varias secuencias de una calidad visual muy notable. El visionado de Halfway supone dosis de paz, tranquilidad y ensoñación, y eso ya es mucho. Además, en poco más de 85 minutos. Eriko Kitagawa aún tuvo tiempo de dirigir otro film, la discreta I have to buy new shoes (2012).

jueves, 21 de mayo de 2020

THE NIGHT COMES FOR US (2018)


La dúpla de films de The Raid causaron toda una revolución en 2011 y 2014, respectivamente. Desde Indonesia, el inglés Gareth Evans creó una de las obras definitivas del cine de acción mostrando un ritmo desenfrenado, una violencia descarnada y unas luchas de artes marciales que quitaban el hipo. Dando tullinas teníamos a Iko Uwais quien volvió a demostrar su técnica marcial en la notable Headshot (2016) dirigida por Timo Tjahjanto. Tjahjanto, procedía del género de terror más “disgusting” como demuestran la brutal Macabre (2009) o el inolvidable segmento "Safe Heaven" de VHS 2 (2013) que realizó junto a Gareth Evans. Headshot (2016) era un producto palomitero para los fans del género, un film que pese a su carácter ligero te lo hacía pasar pipa. Los espectadores no estaban preparados para el avenimiento de algo como The Night Comes For Us (2018). Tjahjanto se superaba a sí mismo con esta auténtica burrada que empezó a crear entusiasmo en todos los festivales cinematográficos por los que se proyectaba.
The Night Comes For Us (2018) cuenta la historia de Ito, un hombre que trabajaba para la mafia, el cuál tendrá que proteger a una niña y escapar de su anterior banda criminal, en una violenta batalla en las calles de Jakarta.
Desde aquí no tenemos más que aplaudir a Netflix, en primer lugar por producir el film y en segundo lugar por permitirle total libertad a Timo para hacer todas las burradas que quisiera. The Night Comes For Us (2018) es un consuelo para el aficionado mientras espera la llegada (cada vez más imposible) de The Raid 3. El film recoge la herencia del film de Gareth Evans pero convirtiendo los momentos de acción en explosiones salvajes y abrumadamente gore. Nuestro protagonista, Ito, está interpretado por Joe Taslim, quien ya pudimos verle repartir en el primer The Raid aunque como secundario, soportando esta vez sobre sus hombros el peso protagónico de la trama. Que su personaje sea perseguido por su anterior banda criminal es la excusa perfecta para que arranque una sucesión espectacular de secuencias de acción.
Los primeros 50 minutos, en ese sentido son impecables y te quitan el aliento con una predilección por las set pieces de acción en diferentes escenarios y de forma paralela. Nuestro Iko Uwais repite y se agradece que se le relegue a un tipo de personaje diferente siendo en esta ocasión el villano de la función. Tras dejarnos con la boca abierta en The Raid 2, Julie Stelle también regresa para volver a hacernos una demostración de mandobles bien dados.
Una niña es la única superviviente de un poblado

Ito decide salvarla traicionando a su banda.

Lo que provocará una persecución sin tregua.

Arian, antiguo amigo de Ito, ahora se ha cambiado de bando.

Las tullinas no se harán esperar

Ito lo dará todo en la batalla final.
Como menciono, The Night Comes For Us destaca como expresión gore de la acción, un filtro masoquista que multiplica por 10 la violencia intrínseca de las secuencias de artes marciales de The Raid. En ese sentido, los momentos de acción son impecables, salvajes y no dan ni un minuto de respiro con una sucesión de momentos inolvidables de principio a fin y que no deja de superarse minuto a minuto. Desde la pelea en el matadero hasta esa salvaje y cartoon lucha final entre Uwais y Taslim. Desgraciadamente, el film parece querer encontrar un punto medio entre la historia directa y mínima del primer The Raid y las pretensiones más amplias y profundas de su secuela quedando su historia a medio camino de ello y encontrándose con algún bajón de ritmo especialmente en el meridiano del metraje. Quien más sufre la dejadez de la historia es el personaje de Julie Stelle, sintiéndose su presencia algo gratuita ya que no sabemos muy bien sus intenciones dándote la impresión que es únicamente una excusa para tener un personaje más para repartir hostias a los malos. Y es una lástima porque es un personaje que podría dar para su propia película.

The Night Comes For Us (2018), pese a todo, es la culminación del género, una obra que logra aglutinar el silat (las artes marciales indonesas), el cine de acción de Hong Kong, las artes marciales chinas y el gore cartoon de La historia de Ricky (1991). Un premio de consolación para el que esté esperando más The Raid. De obligado visionado para los amantes de las tullinas sin complejos, del gore salvaje y de la acción desenfrenada. Pude ver el presente film en el Festival de Sitges 2018 y la sesión en la Sala Tramuntana fue un festival de gritos y aplausos inolvidable. Puro Sitges. Podéis leer la crónica aquí.

miércoles, 20 de mayo de 2020

TSUMUGI (2004)

Ya mostré signos de mi admiración hacia Sora Aoi en la crítica de la ramplona Stop the Bitch Campaign Hell Version (2004). La apolínea actriz de cine adulto fue una de las musas de mi movida adolescencia y aunque ya esté retirada del mundo del porno siempre es un motivo de satisfacción descubrir esos intentos de la chica por hacer un cine algo más serio que la sacara del Adult Video japonés. Una cosa es evidente y es que Aoi como actriz dramática es bastante terrible salvo algún ejemplo como las recomendables Man, woman and the wall (2007) o Revenge: A Love Story (2010). El film que nos ocupa hoy podría añadirse a este último grupo.

Tsumugi (2004) quiere recuperar el espíritu de ese Pinku-Eiga de los años 70 y 80 aunque con unas ciertas pretensiones que no le hacen demasiado bien. En ese sentido, el envoltorio está cuidado, no se trata de otra de esas obras de infrapresupuesto protagonizadas por la actriz como la citada Stop the Bitch Campaign Hell Version o Sexy Teacher (2004). Se nota algo más de presupuesto (tampoco demasiado) para este producto y agradezco que aún siendo 2004 no sucumbiera a la imagen digital y mantuviera cierto espíritu de video. El film relata las aventuras sexuales entre la adolescente Tsumugi, bastante liberal ella, y su profesor de instituto quien no evita sucumbir a los encantos de la chica (y quien no). Uno de los puntos interesantes de la cinta es que su director, Hidekazu Takehara, intenta darle algo de contenido al film y cierta profundidad para evitar quedarse en una sucesión de polvos gratuitos.

En ese sentido, la película relata a unos personajes masculinos que a pesar de su edad madura se han quedado atrapados en la adolescencia queriendo evitar a toda costa la llegada de las responsabilidades adultas. Katagiri, el profesor de instituto con quien tiene un affair Tsumugi, espera un bebé por parte de su mujer pero parece no ilusionarle demasiado la idea como tampoco parece emocionarse ante los coqueteos sexuales de otra profesora del instituto más madura que nuestra Sora Aoi. Idea que coge más fuerza en esa subtrama (bastante pesada) del amigo/cantante punk que también parece escapar del mundo adulto aún teniendo una hija de 20 años que ni siquiera ha visto en su vida. Este intento de darle profundidad a la obra, ayudado por la melancólica banda sonora, a veces funciona y en su mayor parte no, con una profusión a los diálogos pedantes que intentan decir más de lo que pretenden quedándose en vacíos y ridículos. Es de agradecer a Takehara su intento por ofrecer estampas visuales interesantes especialmente esos entornos cuasi oníricos con Tsumugi caminando por la terraza del instituto mostrando un poderoso cielo azul, los momentos en la playa, esos campos de arroz moviéndose al compás del viento o ese curioso momento final en el coche. Si hablamos del erotismo del film en esto no pondremos ninguna queja ya que los encuentros sexuales son frecuentes, conseguidos y morbosos ayudados por las evidentes bondades corporales de Sora Aoi (con 20 años en ese momento). Aoi, interpreta a un personaje que también parece fuera de onda de su mundo adolescente y que bien parece funcionar como fantasía cuasi onírica del profesor. Tsumugi es alegre, vital y parece no importarle mucho lo que pasa a su alrededor y por tanto lo que piensen los demás. La interpretación de Sora no destaca especialmente funcionando en algunos momentos pero resultando forzada y poco creíble en la mayoría de ellos.
Tsumugi es una adolescente algo despreocupada. También le da por filosofear frases vacías.

Katagiri, su profesor, no evita sucumbir a sus encantos aún teniendo a su mujer embarazada

Nuestros protagonistas evitan a toda costa el mundo de los adultos. El amigo punkarra de Katagiri no ha visto nunca a su hija.

Tsumugi no pierde el tiempo y logra engatusar también a su compañero de clase.

Las escenas eróticas son bien picantonas.

Una relación que se antoja imposible.

El film sorprende con alguna que otra buena estampa visual
Tsumugi (2004) es un ejemplo de este Pinku Eiga del nuevo milenio. Un film de empaque visual acertado y donde su director demuestra evitar quedarse en un producto gratuito y vacío queriendo disponer de cierta profundidad aún resultando finalmente algo pedante y vacía. 60 minutos de un erotismo bien efectivo con una muy sexy Sora Aoi ataviada de colegiala y demostrando lo que mejor sabe hacer y no me refiero a sus momentos más dramáticos, quedándose éstos algo justos. Un film curioso. Como apunte, señalar que el film disfrutó de un estreno (algo limitado) en cines, hecho a destacar ya que la mayoría de estos productos van directos al mercado del video. Quizás la popularidad cada vez más creciente en ese momento de Aoi tuvo algo que ver. Dicho "éxito" ayudó a que se la calificara como el 4o mejor Pinku del año así como un premio a Sora como mejor actriz revelación en los Pink Film Awards de 2005. La distribuidora Pink's Eiga además, ofreció en su momento una edición en DVD más que completa de dos discos y con numerosos extras, lo que nos da una idea que el presente film no se quedó en uno más del género.

Como último dato a comentar. Me encanta la forma en que están realizados los créditos finales del film mezclando los diferentes personajes con los títulos de crédito. Una opción simple pero increíblemente efectiva y que bebe mucho de la influencia del manga.