CRÍTICAS PELÍCULAS

viernes, 29 de mayo de 2020

PLEASURE KILL (1987)

El género del Pinku-eiga dio sus buenos frutos durante los años 70 a estudios como la Nikkatsu o la Toei pero el género iba a sufrir algunos cambios durante los ochenta debido a cierto estancamiento, necesidad de superar unas tramas que ya de por si resultaban estrambóticas, perversas y exageradas además de la crisis de público provocada por el avenimiento del Japan Adult Video y el mercado videográfico. La Nikkatsu ideó la Roman X, un viraje del Pinku hacia tramas más descarnadas, explícitas y de una violencia sexual cada vez más misógina. La sádica Woman in a box: Virgin Sacrifice (1985), es un ejemplo de esta nueva dirección del estudio. Hay un aspecto a destacar y es que en los 80 el mercado videográfico japonés estaba en auge y cada vez eran más frecuentes los films que llevaban un paso más allá el erotismo realizando una simbiosis con el terror y el gore. El faro a seguir de esta tendencia se encuentra en la trilogía Guts of a virgin (1986) aunque la moda llegaría a extremos tan enfermizos como la saga Guinea Pig. Como vemos, estos nuevos planteamientos acabarían derivando hacia un festival de hemoglobina, torturas y gore que inundaría el mercado a finales de los 80 y buena parte de los 90. De entre este festival de tripas y desnudos, apareció Hisayasu Sato, director de más de una sesentena de películas desde mediados de los 80, la mayoría con el sexo como motor pero con unas características conceptuales más profundas o diferentes y que resultaron una pequeña bocanada de aire fresco para el género. Un señor, el cual, es artífice de títulos como Lolita Vibrator Torture (1987) o Horse, woman, dog (1990). Sato destacó en la época como un autor de ciertas ideas que acababan por dar un peso interesante a sus films aunque, en cierta manera, el director encontró la manera de justificar la violencia más extrema con unos conceptos a primera vista profundos.

Horse, woman, dog (1990).
Otro de los "clásicos" de Sato
Salido del submundo punk e industrial del underground japonés sus películas rebosan furia y de un sexo incómodo y violento. Una estética que bebe mucho del video, el gravure y el snuff con unas tramas que abundan en un nihilismo aterrador presentando a una sociedad con una incapacidad para relacionarse entre sí y cada vez más dependiente y fusionada con la tecnología. Es de remarcar su curioso gusto por mostrar la violencia o el sexo de una manera voyeur, siendo observado el acto a través de visores de videocámaras, a escondidas o a través de pantallas de televisión. De entre sus inicios destaca un film como Pleasure Kill (1987), también conocida como Lustmord, el cual el aficionado, al leer su trama notará cierto paralelismo con el clásico goreNaked Blood (1996), también de Sato. Y es que Naked Blood (1996) no es sino un remake con (algo) más de presupuesto y medios que la seminal Pleasure Kill (1987).

En el film, tres chicas se prestan como conejillos de indias para experimentar un fármaco, en su última fase antes de ser puesto a la venta al público. El hijo de la doctora encargada del experimento adultera el fármaco, con unas consecuencias terribles ya que provoca en las chicas una ninfomanía mortal. 

Las señas de identidad de Sato se encuentran en el presente film en todo su esplendor. Violaciones incómodas de visionar, videojuegos, música de 8-Bits y una serie de perversiones sexuales llevadas al extremo, esta vez ocasionadas por el fármaco adulterado por el nerd protagonista el cual lleva a las féminas a la ninfomanía solo aplacada con el dolor físico. El personaje protagonista demuestra tener restos del síndrome del Hikikomori (adolescentes japoneses que permanecen encerrados en su habitación durante meses sin relacionarse con nadie, el mismo Hisayasu Sato reconoció haber sido un Hikikomori en su adolescencia), y que a pesar de su genialidad para la ciencia es un adolescente con incapacidad para relacionarse con el sexo opuesto así como sus nulas capacidades sexuales, terminando éste por usar la violencia en el acto íntimo.
Una doctora prueba un nuevo fármaco.

Pero su hijo ha adulterado el medicamento.

El nerd comienza una relación algo malsana con una de las chicas.

Mientras los efectos del medicamento comienzan a manifestarse...

...con violentos resultados.

El film abunda de una violencia, a veces no necesariamente explícita en sangre (salvo en algunos momentos que tela), pero si de cierto sadismo extremo que me hicieron revolverme en el asiento por incomodidad. Las reacciones sexuales al fármaco por parte de las tres féminas participantes en el experimento se degradan hasta llegar a momentos shock protagonizados por cuchillos, depilaciones peligrosas con la cuchilla de afeitar entre otras auto-lesiones. El film incide en esa particularidad de Sato de grabar a gente normal en la calle ajena a todo lo que está pasando y su escena final no deja de tener cierto regusto cuasi-apocalíptico centrado en esa idea de la dependencia de la tecnología y la incomunicación social derivado de ello, cayendo en la psicopatía, el homicidio y la violencia sexual.

Pleasure Kill (1987) es un producto de Serie B, casi Z, de apenas presupuesto y medios, pero abundante en ideas y conceptos que serán del agrado del seguidor del género. Si Naked Blood (1996) es un remake con más medios pero definitivamente entregado al gore y a los fans del propio género del splatter, está desprovista de la violencia sexual, anárquica y nihilista de Pleasure Kill (1987), ejemplo de un Hisayasu Sato desatado en su furia fílmica. Desde luego, un film difícil de recomendar y no objeto de todos los gustos. Una película oscura y violenta en su forma de plasmar el sexo más sádico y perverso, pero sin duda, una de las cimas del iconoclasta Sato quien en su momento logró darle una vuelta de tuerca al género del erotismo nipón. Una vuelta de tuerca que no hizo sino aumentar en cientos la aparición de films cada vez más monstruosos en violencia y sexo masoquista.

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