CRÍTICAS PELÍCULAS

miércoles, 23 de diciembre de 2020

AFTER MY DEATH (2017)


Desde la llegada de los grandes blockbusters a Corea del Sur a principios del nuevo milenio, dicha cinematografía ha visto aumentado su carácter comercialoide viéndose cada vez más acorralado sus características autorales que al fin y al cabo eran lo que hacía el cine de Corea algo diferente a lo habitual. Frente al monopolio en salas de los grandes estrenos, el cine independiente parece cada vez más invisibilizado. Pese a todo, cada año nos encontramos con pequeñas sorpresas que acaban por superar las expectativas de sus creadores consiguiendo hasta éxitos modestos en su país de origen como fue el caso de House of Hummingbird (2018). After my death (2017) es el film que nos ocupa hoy, una muestra de cine pequeñito pero bien jugoso.

After my Death (2017) viene precedida de varios premios de gran importancia en diversos festivales coreanos e internacionales. Un film que por su estética y planteamientos parece cerrar una trilogía involuntaria abierta con la sobresaliente Princesa (2013) y la no menos excelente Un monstruo en mi puerta (2014). En las tres nos encontramos con fuerte protagonismo de mujeres quienes se ven enfrentadas a los prejuicios sociales o la doble moral coreana así como con la cara más violenta y oscura de la adolescencia. Pese a no acercarse a la suprema calidad de las mencionadas, After my Death ha logrado sorprenderme gratamente con una experiencia incómoda y por momentos inquietante.

En la película, la adolescente Kyeong Min muere una noche y al día siguiente la policía empieza a investigar. Una compañera de clase es sospechosa y empiezan a hacerle bullying en el instituto. Mientras, la madre sufre buscando respuestas y el instituto intenta hacer todo lo posible para salir adelante.

El arranque de After my death (2017) ya nos presenta a la policía coreana investigando el posible suicidio de una jovencita y a los posibles sospechosos de ello, que bien podrían encontrarse en su propia clase de instituto. Un inicio que ya engancha de primeras. Es entonces cuando asistimos a un cúmulo de pistas falsas, caminos que no llevan a ninguna parte y un misterio que parece crecer cada vez más a medida que nuevos descubrimientos se van conociendo. El film centra nuestro punto de vista hacia el personaje de Yeong-Hee, adolescente con quien parecía compartir una íntima amistad con Kyeong Min y las consecuencias y habladurías respecto al suicido de la joven provocan el acoso de sus compañeras. El film también se encarga de que sospechemos en determinados momentos de Yeong-Hee con nulas explicaciones sobre lo que ha pasado realmente y cual era exactamente su relación con la muerta. El film prefiere centrar su mirada en cómo el infierno de la adolescente, su culpa y remordimientos van subiendo como la espuma en una atmósfera a ratos inquietante y asfixiante. En ese sentido sorprende por presentar varios momentos incómodos y angustiosos como ese intento de suicidio en el instituto por parte de Yeong-Hee o el arranque pasional que sufre la madre de Kyeong Min en el extraño clímax final del film.
Kyeong Min es encontrada muerta. Sus padres y la policía se ponen a investigar.

Una de las sospechosas es su mejor amiga: Yeong-Hee.

Frente a las sospechas sus compañeros comienzan a acosarla.

¿Pero que motivos hubieron tras la muerte de la joven?

After my death es capaz de introducirte durante dos horas en una atmósfera rara y agónica gracias a sus inquietantes momentos de violencia psicológica y física y un final, que a pesar de la primera reacción de insatisfacción que pueda provocar por no acabar de resolver el caso, es bien acertado generando más preguntas que respuestas. El film se beneficia de una excelente interpretación de Yeo Bin-Jeon (Yeong-Hee) pero al centrarse la mirada del director tanto en ella los demás personajes quedan algo desdibujados o ya directamente con trazos paródicos como los agentes de policía (todo un clásico del cine coreano) o los padres de Kyeong Min. Si bien, el film acierta con su atmósfera o esos planos tan ensoñadores y sutiles pero que lo cuentan todo (como el paso en el túnel de las dos adolescentes la última noche antes de morir Kyeong Min). Kim Uiseok, quien es su ópera prima, consigue con After my death (2017) una obra curiosa y notable que logra agrandar su recuerdo con el paso del tiempo aún a pesar de la insatisfacción argumental final que pueda provocar y un misterio que no logra cumplir las altas expectativas generadas.
 
Una obra remarcable y que consiguió numerosos premios y nominaciones en diversos festivales de importancia como en los Busan International Film Festival de 2017, obteniendo el premio a "Mejor película". Yeo Bin-Jeon también consiguió a su vez numerosas nominaciones y premios a su interpretación como en los Chunsa Film Art Awards.

sábado, 19 de diciembre de 2020

THE HUMAN VAPOR (1960)


Como comentamos en la crítica dedicada a la especial e interesante The H-Man (1958), Ishiro Honda realizó una trilogía de películas en donde se alejaba de los clásicos films de monstruos gigantes japoneses que ocuparon la mayor parte de su filmografía para realizar una serie de proyectos en donde entraba en terrenos más cercanos al cine de terror con un tono adulto. Si The H-Man (1958) resultó un muy competente entretenimiento y la futura Matango (1963) una pequeña joya del horror psicológico… The Human Vapor (1960) sale perdiendo, desgraciadamente. No fue el mejor día de Ishiro Honda.

En el film, un bibliotecario de vida tranquila es sometido a un experimento científico pero éste sale mal, transformándolo en 'el vapor humano'. El hombre usará sus nuevos poderes para atracar bancos y financiar la carrera artística de su novia, una bella bailarina. Pronto "el vapor humano" se convierte en el criminal más buscado de Tokyo, y la policía intentará darle caza por todos los medios.

El problema con The Human Vapor es que está realizada a desgana y con una dirección plana y aburrida. El guión del habitual Takeshi Kimura (Godzilla contra los monstruos, Los hijos del volcán…) hace aguas por todos lados con una historia excesivamente estirada y llena de pequeñas subtramas con nulo interés: unos larguísimos minutos en donde seguimos la investigación policial hacia una bailarina de teatro tradicional japonés o los pesados coqueteos entre el detective protagonista y la periodista de turno. Para colmo, el simpático “vapor humano” no aparece demasiado en pantalla y cuando por fin aparece, sus entradas a escena no son demasiado excitantes con unos efectos especiales algo deslucidos para lo que era habitual en el equipo de Eiji Tsuburaya. El film supone un paso adelante en concepto respecto al "hombre invisible" japonés el cual protagonizó una entrañable serie de entregas desde la seminal Invisible Man Appears (1949), pero este "ser vaporoso" ha envejecido algo peor en comparación. Honda sigue mezclando la ciencia ficción con sus géneros predilectos como el cine policiaco y en algunos momentos la screwball comedy (con los, por momentos, chispeantes diálogos entre el detective y la periodista). El “vapor humano” está interpretado por otro habitual de Honda, Yoshio Tsuchiya quien aparece en episodios del primer Ultraman (1966), Los monstruos invaden la Tierra (1965) o Frankenstein conquers the world (1965). Curiosamente, Tsuchiya ya aparecía en un papel secundario en otro exploit japonés del hombre invisible, Tomei Ningen. The Invisible Avenger (1954), dirigida por Motoyoshi Oda (Godzilla contraataca) y con efectos especiales también de Tsuburaya. Aún con su ritmo irregular y a trompicones, The Human Vapor recompensa nuestra paciencia con un clímax final muy acertado y visual.
Atracos a bancos asolan Tokyo. El causante es ¡¡¡el vapor humano!!!

La policia japonesa no tiene nada que hacer contra él

Un detective y una pizpireta periodista intentarán solucionar el entuerto

El origen del vapor humano está en unos experimentos para curar enfermedades terminales

¿Podrá ser detenido?

Muy curiosa foto de rodaje
The Human Vapor (1960) es un film con una falta de energía alarmante, innecesariamente estirado y aburrido. La trama hubiera venido perfecta para un episodio (o cortometraje) de 20 o 30 minutos pero en formato largo no funciona. 

Pese a todo, contiene esa inocencia encantadora que imprimen los japoneses a sus films, un clímax final muy acertado y alguna que otra aparición remarcable del “vapor humano”. Curiosidad para completistas.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

FIREWORKS: SHOULD WE SEE IT FROM THE SIDE OR FROM THE BOTTOM? (2017)


Estos últimos años el anime se encuentra más fuerte que nunca. Sólo hace falta ver el exitazo de Your name (2016), convertido en uno de los films japoneses más taquilleros de la historia. Parece que el éxito de la obra de Makoto Shinkai ha contagiado a futuros proyectos similares, con tal de ganarse un pedazo de taquilla con historias de amores juveniles imposibles afectados por circunstancias de carácter fantástico. Para finales de 2016, saltó la noticia de que se estaba trabajando en un remake en formato anime de uno de los trabajos del gran Shunji Iwai. El film en cuestión era Fireworks (1993), el primero de Iwai que generó cierto ruido y aprobación crítica.

El film original, pese a ser una TV-Movie, poseía encanto, ternura y mucha naturalidad en sus jóvenes interpretes, además de plantear interesantes conflictos: si hubieras hecho las cosas de otra manera, ¿el resultado habría sido el mismo o habría cambiado? Sin duda, esta tierna historia merecía explotarse con un mayor presupuesto y más medios, y tras el acierto que supuso trasladar los personajes de Hana y Alice al formato animado con la entrañable The case of Hana & Alice (2015), por qué no hacer lo mismo con Fireworks. Los encargados del proyecto serían Nobuyuki Takeuchi y Akiyuki Shinbo. El propio Shunji Iwai se encargaría de adaptar y expandir las posibilidades del guión original. Finalmente Fireworks: should we see it from the side or from the bottom? llegó a las pantallas japonesas en agosto de 2017 sin hacer demasiado ruido en taquilla. Veremos por qué.

Cartel del film original de 1993
En el film, Nazuna está triste porque la obligan a cambiar de escuela. La niña planea fugarse junto a su compañero Norimichi, pero su madre los pilla y la arrastra a casa. Todo podría haber acabado allí, pero el hallazgo de una misteriosa esfera luminosa abre un portal en el tiempo, haciendo posible que la historia tenga otro final...

Esta nueva Fireworks recoge gran parte de las escenas y momentos que poseía la original, aunque finalmente la historia acaba yéndose hacia otros terrenos por su orientación más abiertamente fantástica, quizás afectada por el efecto Your name (2016). Este elemento fantástico, que se suma a esta historia de amor adolescente a priori imposible, es representado en una pequeña bola de metal y de colores chillones con la que el protagonista puede viajar atrás en el tiempo y corregir ciertas decisiones. El resultado final de Fireworks es curioso, competente y merecedor de un visionado, pero no resulta memorable ni creo que perdure en la memoria del aficionado. Pese a sus acotados 90 minutos, el film se siente demasiado alargado y reiterativo. Una idea siempre tan fascinante como es la de los viajes en el tiempo no está tampoco bien aprovechada en la historia, pues no resulta apasionante ni interesante, más bien al contrario, al tercer viajecito en el tiempo uno acaba bastante hastiado por la poca gracia con la que lo hacen (el momento "cancioncilla" por partida doble es toda una prueba a la paciencia del espectador). 


Al original le sobraba y bastaba con 45 minutos para emocionarte y conmoverte con los mínimos elementos, hecho que no llega a conseguir en ningún momento esta nueva versión. No llegas a empatizar totalmente con su pareja protagonista y su romance se antoja algo soso y poco conmovedor. Si encima somos abordados cada dos por tres por momentos de humor algo sonrojantes, el resultado final acaba afectado. Ahora bien, Fireworks goza de una idea original, si (aunque que esté más o menos bien llevada ya es otro cantar), una animación que cuando se dedica a plasmar los paisajes y ambientes de los personajes resulta preciosa y un clímax final verdaderamente conmovedor con la canción original del film de Iwai, Forever friends cantada por Seiko Matsuda, retumbando por los altavoces. Además, quizás conscientes, sus creadores, del aburrimiento general de la historia, somos abordados cada poco por una sexualización extrema (en el dibujo) de los personajes femeninos, ya sea por el personaje protagonista de Nazuna, una school girl de 14 años o por las enormes voluptuosidades de la profesora de instituto. Son elementos, al menos, intencionados o no, graciosos y distraídos (para el público masculino).

Fireworks
es un film que no pasará a la historia del anime pero bien vale un visionado, proporciona momentos simpáticos, una animación en ocasiones de carácter muy bello y un clímax final que yo, como romántico ocasional que soy, llegó a conmoverme. Aunque peque de una historia mal conducida y poco aprovechada y una sensación de desgana general. No apta para diabéticos emocionales. Goza de exceso de azúcar. Esperemos que si Shunji Iwai piensa adaptar, en un futuro, al formato animado otra de sus historias, sea de una mejor manera.

Dato para el aficionado: la voz del personaje de Nazuna procede de Suzu Hirose, a quien hemos podido ver en Nuestra hermana pequeña (2015), Rage (2016) y recientemente en el último film de Iwai, Last Letter (2020). Y más curiosidades de producción: la actriz Takako Matsu es quien pone voz al personaje de la madre de Nazuna. Matsu aparece en trabajos de Iwai como Historia de Abril (1998) y la mencionada Last Letter junto a Hirose. Y para finalizar, por lo visto, la creación del film finalizó 12 días antes del estreno oficial en Japón este agosto.

lunes, 14 de diciembre de 2020

A SILENT VOICE (2016)


El bullying es un tema recurrente en el cine adolescente japonés y abordar la problemática ha provocado piezas maestras dentro de la cinematografía nipona como Confessions (2010) o Todo sobre Lily (2001), la que es sin duda una de las obras definitivas sobre el tema. A Silent Voice (2016) logra darle una vuelta de tuerca al asunto plasmando la problemática estudiantil desde una óptica a la que no estamos tan acostumbrados, la del acosador. En los últimos años estamos viviendo una época dorada para el cine de animación japonés quien demuestra tener toda una salud de hierro. No hay más que ver el año de estreno del film que nos ocupa. En 2016 pudimos ver films imprescindibles y que nos hacen ver la versatilidad del medio desde el romance fantástico y rompetaquillas de Your name En este rincón del mundo. A Silent Voice está basada en el manga homónimo escrito y dibujado por Yoshitoki Ōima y la adaptación ha sido llevada al cine por el estudio Kyoto Animation. De la dirección se ha encargado Naoko Yamada, quien ya había dirigido los largos K-On!: La película (2011) y Tamako Love Story (2014). 

La historia gira en torno a Shôko Nishimiya, una estudiante de primaria que es sorda y que al cambiarse de colegio comienza a sentir el bullying de sus nuevos compañeros. Uno de los principales responsables es Ishida Shôya, quien termina por forzar que Nishimiya se cambie de escuela. Años después, Ishida busca la redención de sus malas acciones.

A Silent Voice es un film precioso y estimulante que habla sobre la redención y la culpa. Una película que se beneficia de una animación excelente y una narración apasionante... que desgraciadamente va diluyéndose a medida que pasa el metraje. Pero, le pese a quien le pese, la primera hora es excelente. La narración, el estilo de animación tan sutil y original, desde esos títulos de crédito con My generation de The Who (curiosamente, Pete Townshend, el guitarrista de la banda también es parcialmente sordo de un oído) el inicio del acoso y cómo el acosador acaba recibiendo su misma medicina y ya unos años más tarde se ve carcomido por la culpa e intenta recibir el perdón de la persona a la cual hizo la vida imposible. Un punto de partida apasionante y excelentemente llevado realizado con originalidad y con destacable sensibilidad. La evolución de un personaje a priori desagradable como es el de Ishida es uno de los puntos fuertes del film siendo lógica y consecuente. Por otro lado, el personaje de Nishimiya es encantador aunque no logre evitarse la idealización perfecta (en cuanto a físico y personalidad) que suelen sufrir estos personajes femeninos en el anime.
Una nueva alumna llega a clase, pero Nishimiya es sorda.

Ishida la toma con la chica.

Finalmente Nishimiya se cambia de escuela aunque será Ishida quien sufra el desprecio de los demás.

Ya de adolescentes, Ishida buscará el perdón.

Desgraciadamente, todos los puntos fuertes de A Silent Voice van perdiendo fuelle en su segunda hora de metraje. Un tramo en donde, si bien, la historia se siga con agrado, ésta va cayendo en los mayores tópicos del anime más reciente como un melodrama exagerado y excesivo, personajes que van apareciendo y se unen a la causa aportando más bien poco a la trama. La chica de turno que intenta ganarse el amor del protagonista para así fastidiar a la otra, el amigo graciosete, la hermana protectora... resultan tópicos andantes. Los largos momentos de conversaciones y discusiones entre el grupo de amigos tampoco ayudan haciendo que mermen tu interés. El final y conclusión a los arcos de los personajes es más que correcto aunque no dejemos de recordar lo bien que había empezado el film. Pese a lo apuntado A Silent Voice es un anime bien notable. De propuesta original, sensibilidad no muy habitual en el cine de animación adolescente con ideas visuales muy estimulantes y una animación sobresaliente aunque acabe por recurrir a ciertos tics del género algo molestos. Y los sensibles al exceso de azúcar, tengan cuidado. 

A Silent Voice (2016) consiguió una fuerte repercusión internacional y viéndose recompensada con diversos premios como en el Tokyo Anime Award de 2017 con sendos "Mejor película" y "Mejor guión".

martes, 8 de diciembre de 2020

RODAN, LOS HIJOS DEL VOLCÁN (1956)


Gracias a Japón bajo el terror del monstruo (1954), el cine de monstruos gigantes japoneses (el Kaiju-Eiga) había nacido. Las siguientes películas del género iban a ser variaciones de la misma fórmula intentando igualar el éxito de la primera entrega de Godzilla manteniendo cierta solemnidad muy presente en estos primeros años del género. Un tono derivado del trauma atómico presente entre la población japonesa de la época. Se consolidó un equipo de trabajo que había funcionado y funcionará en el género a las mil maravillas, compuesto por Ishiro Honda en la dirección, el maestro de los efectos especiales Eiji Tsuburaya, Akira Ifukube en la banda sonora y al productor Tomoyuki Tanaka moviendo los hilos detrás de todo proyecto.

Después del primer Godzilla, Ishiro Honda dirigió Half Human (1955), una curiosa versión del abominable hombre de las nieves. Film dificilísimo de encontrar debido a que estuvo prohibido durante décadas en Japón por su supuesto tono racista contra una pequeña comunidad japonesa indígena llamada Ainu. Un año después, llegó el film que nos ocupa: Radon (1956). Titulado en su estreno americano como Rodan y en España como Los hijos del volcán. Esta vez, el monstruo volaba y ahora en color. 

La historia sigue a una comunidad de mineros que se tienen que enfrentar a unos misteriosos insectos gigantes que están causando el terror en el pueblo sin sospechar que en el interior de la mina, se esconde un peligro aún mayor, los huevos de un ave gigante prehistórica.

Honda
se aleja del entorno urbano y moderno del primer Godzilla para retratar a uno de esos pequeños pueblos perdidos en medio de Japón, donde parece que aún no hayan llegado las nuevas tecnologías. En este sentido, la representación del modo de vida minero está muy bien conseguida y es plasmada con realismo. El sorprendente primer tercio del film aporta elementos propios del cine de terror donde claramente se ven ciertas influencias del fantástico americano de la época como Them! La humanidad en peligro (1954) en la representación de esas criaturas insectoides, los Meganurones y que tienen una presentación sorprendente (por inesperado) en la casa de la pareja protagonista del film. El diseño de dichos insectos gigantes está conseguido (realizados a escala real) y a opinión personal, supera, a nivel técnico, a las hormigas de Them!

Si nos adentramos en la calidad de los efectos especiales, estos resultan mayormente impecables desde la claustrofobia presente en las minas de carbón con los Meganurones asediando a los trabajadores, el maravilloso momento del nacimiento de Rodan, la enorme sombra del monstruo pasando por encima de una pareja en el volcán o las escenas de destrucción en la ciudad de Sasebo las cuales resultan uno de los mejores trabajos de toda la carrera de Tsuburaya por su nivel de detallismo y sensación de caos. De hecho, para disimular los cables que sujetaban a los monstruos, el equipo del film se dedicó a borrarlos manualmente fotograma a fotograma en el montaje (aunque eso no quita que en alguna secuencia se vean claramente). Es notorio comentar que Toho asignó la mitad del presupuesto del film al departamento de efectos especiales.
Por desgracia, el acabado de algunos efectos empañan ciertas escenas como algunas de las sobreimpresiones o el clímax final cargado de poesía y tragedia pero acabando siendo algo confuso precisamente por las limitaciones técnicas (¿el monstruo se suicida al ver la muerte de su compañero?). Los hijos del volcán (1956) es el primer kaiju rodado en color, un aspecto cromático con el que Honda se obsesionaría en su carrera y se nota en el presente film con un uso visual de los escenarios (mayormente rodado en exteriores) excelente y evocador. 

Algo está acabando con los mineros de un poblado.

El causante son unos insectos gigantes.

Pero en la mina hay algo más.

Rodan es indestructible.

Foto de rodaje
El film presenta algunos de los mismos problemas presentes en muchos Kaiju como es el drama humano, siendo éste de poco interés lo que deriva en un ritmo algo irregular o escenas incomprensibles como esos interminables diez minutos de escenas de misiles impactando contra el volcán. Pese a lo referido, Los hijos del volcán (1956) es uno de los clásicos más destacados del género. Un film dotado de una atmósfera poética y cuasi bien triste, cargada de seriedad y que incide en la tragedia del propio monstruo siendo éste un animal cuya mayor desgracia es su enormidad. El personaje de Rodan volvería a la saga de Godzilla aunque como aliado del saurio y con cierto aire paródico. El monstruo nunca lucirá tan imponente como aquí. Los Meganurones volverán a aparecer con aires nuevos en la discreta Godzilla vs Megaguirus (2000) donde uno de ellos se enfrentará al saurio radiactivo.

Nakajima a punto de entrar en acción.
Como anécdota, Haruo Nakajima, el hombre bajo el disfraz de Godzilla y de Rodan en el film que nos ocupa sufrió un serio accidente en el rodaje de una de las secuencias. Cuando Rodan pasa por debajo del puente y se desploma en el agua, al parecer, dicha caída dejó casi inconsciente y al borde del ahogo al pobre Nakajima. Ser el monstruo en un kaiju-eiga era un trabajo de riesgo, sin duda.

Al igual que Godzilla, Los hijos del volcán sufrió un remontaje para su estreno americano. Escenas eliminadas por Ishiro Honda en el original japonés fueron añadidas después (la escena del nacimiento del segundo Rodan) o se eliminaron secuencias en la mina y con los Meganurones. En EEUU el monstruo pasó a llamarse Rodan ya que por la época era bastante famosa una sopa llamada Radon (el nombre original del monstruo, recordemos) y de haberse mantenido hubiera dado lugar a cachondeo.

Ishiro Honda, tras el estreno de Rodan diría sobre sus películas de monstruos gigantes: “Los monstruos nacen demasiado grandes, demasiado fuertes, demasiado pesados, ésa es su tragedia”. Dichas palabras evidencian su voluntad de dar a estos films una personalidad propia, más que presentar solamente a monstruos destrozando maquetas.

lunes, 7 de diciembre de 2020

PULGASARI (1985)


La realidad supera a la ficción. Las experiencias tras Pulgasari (1985) son de sobra conocidas por el cinéfilo de pro. Kim Jong-Il, el amado ex-líder de Corea del Norte, fallecido en 2011 y padre del actual líder Kim Jong-Un era todo un amante del cine. No solamente escribió un libro sobre el tema en 1978 ("Sobre el arte del cine"), disponía de una colección privada de miles de títulos con mucho cine americano (vivan las paradojas), fantasía, kaiju y demás sino que se puso como objetivo primordial regenerar la industria del cine norcoreano. Con el ánimo de conseguir un nuevo Hollywood comunista en el país, Kim Jong-Il ideó un plan a primera vista perfecto. Secuestró a Shin Sang-Ok, uno de los más destacados directores de los vecinos de Corea del Sur y a su mujer, la actriz Choi Un-hee. La pareja, en Corea del Norte, fueron obligados a rodar numerosos films propagandísticos. Uno de esos proyectos fue el de Pulgasari. El propósito de querer rodar un Godzilla norcoreano para transmitir los ideales comunistas era una idea demasiado potente para dejarla pasar. Pulgasari ya fue objeto de una versión cinematográfica en Corea del Sur en 1962 aunque a día de hoy permanece desaparecida, por desgracia. Únicamente sobrevive algún cartel promocional del film. El Pulgasari norcoreano se convirtió en un pequeño clásico por toda su historia tras la producción de la misma. Una historia bastante más interesante que la calidad del film en cuestión.

El desaparecido Pulgasari de 1962
El film cuenta las desgracias de un pueblo sometido a las tiranías de su rey en la época feudal coreana. Un granjero moribundo en plena prisión construye con la ayuda de arroz y barro una figurita de un monstruo el cual cobrará vida con la sangre de una muchacha virginal. El monstruo irá creciendo más y más debido al acero que utiliza como alimento y ayudará a los insurrectos a luchar contra el rey y su ejército opresor.

Pulgasari (1985) contiene numerosas deficiencias de carácter técnico, supongo que lógicas contando las limitaciones a las que se vio su director para enfrentar la producción con escenarios muy teatrales, interpretaciones grotescas, fallos de raccord o iluminación. Si bien es de destacar que aún así, conociendo el historial tras el rodaje, destacan las intenciones del film aún a pesar de las dificultades y tensión. Todo el film da un vuelco, técnicamente hablando cuando Pulgasari hace su aparición en versión gigantesca. Si las escenas iniciales con los personajes humanos hacen parecer al film una producción de los 60, las escenas de destrucción y acción monstruosa ya parecen más acorde a su tiempo. Esto es debido a que todo el equipo de efectos especiales de la Toho trabajaron en el film, donde participaron gente como Teruyoshi Nakano, quien se encargó de films de la saga Godzilla (recién habían acabado Godzilla de 1984, el reboot del saurio radiactivo). Y dicha experiencia técnica se nota y mucho. Como anécdota, las escenas con el pequeño Pulgasari estuvieron interpretadas por Little Man Machan, quien estuvo bajo el disfraz de Minya en El hijo de Godzilla (1967). Y Pulgasari, en versión adulta, está interpretado por Satsumiro Tetsuda, el cual estaba bajo el disfraz de Godzilla en la era Heisei (1984-1995). 

El monstruo tiene un diseño bastante imponente con un expresivo rostro de diabólicos cuernos (y que resultó toda una inspiración para Colossal (2016) de Nacho Vigalondo) y protagonizando potentes escenas a nivel visual como ese resurgir en la montaña con una infernal luz roja proyectándose sobre la bestia. Más allá de su aparente invencibilidad no presenta muchos poderes más allá de su capacidad para tragarse las bolas de fuego del enemigo y devolvérselas a escupitajos.

Si analizamos el argumento (todo y que la historia de Pulgasari está basada en una leyenda del folklore coreano) es evidente que tiene muchas similitudes con el film Daimajin (1966) de la Daiei la cual ya mezclaba la temática Kaiju en una época feudal y donde el monstruo se enfrentaba a un gobierno tiránico. Aunque es gracioso intentar ver un alegato comunista y a favor del régimen en Pulgasari ya que la historia apunta precisamente a lo contrario, a la insurrección del pueblo en contra de su malvado líder pero al parecer Kim Jong-Il no lo supo ver.

En la Corea feudal, el pueblo las pasa canutas.

Intentadlo en casa. Una figurita de barro con arroz cobra vida en forma de monstruo.

Pulgasari es simpático pero va creciendo. Su alimento: el acero.

El monstruo, ya de proporciones gigantescas, ayuda a los insurrectos a luchar contra el tiránico gobierno.

El resultado os lo podéis imaginar.

Pulgasari (1985) es doblemente disfrutable a pesar de sus evidentes deficiencias: por su historia tras las bambalinas y por la curiosidad de ver un Godzilla a la norcoreana. A su favor hay que decir que el monstruíto aparece casi desde el principio y resulta divertido ver como el kaiju ayuda a los insurrectos coreanos en pleno combate contra el malvado y dictatorial rey. Los efectos especiales son correctos a pesar de algunos matte shots muy cantosos y los momentos de destrucción y batallas resultan trabajadas con cientos y cientos de extras coreanos dispuestos a participar en el proyecto como honra a su patria. Un film mínimamente entretenido, que no destaca precisamente por sus interpretaciones, siendo éstas muy exageradas (influenciadas por el teatro tradicional del país seguramente) y unos decorados en el poblado de los personajes propios de un cine prehistórico. A pesar de todo curiosa propuesta.

Kim Jong-Il junto a Shin Sang-Ok y Choi Un-Hee.
¿Como acabó el entuerto con Shin Sang-Ok y Choi Un-Hee? La pareja siguió dirigiendo films en Corea del Norte un par de años más. Kim Jong-Il se encontró muy satisfecho con Pulgasari y lograron convencerle de presentar la película en festivales europeos para dar más visibilidad así al cine del país. En un viaje a un festival cinematográfico en Viena, la pareja aprovechó un despiste de sus guardaespaldas para coger un taxi y a toda prisa pedir asilo en la embajada americana. Una historia de película. Shin Sang-ok siguió dirigiendo aunque ya en Estados Unidos trabajando en cosas como 3 ninjas peleones (1995). Como enorme curiosidad, Sang-ok dirigió en EEUU una nueva versión camuflada de Pulgasari y llamada La leyenda de Galgameth (1996) donde el argumento era muy similar.

Si estáis más interesados en dicho culebrón os recomiendo enfervecidamente el documental The Lovers and the Despot (2016) donde se relata con pelos y señales (grabaciones ocultas de la pareja al dictador incluídas) toda la odisea de Shin Sang-Ok y Choi Un-Hee en Corea del Norte. El film podía disfrutarse en Netflix

Muy curiosa foto de rodaje.

Por otro lado, los franceses idearon la miniserie Kim Kong (2017) que no era sino un homenaje con mucho cachondeo de todo lo que pasó tras el rodaje de Pulgasari donde un cineasta francés es secuestrado por el gobierno de Corea del Norte y obligado allí a rodar una película sobre King Kong. 

Pulgasari (1985) se mantuvo desaparecida durante bastantes años y no fue hasta 1998 cuando ya pudo ser vista en occidente. Y como última anécdota. El técnico en efectos especiales de la Toho, Teruyoshi Nakano, por lo visto un día comentó en broma en el rodaje que echaba en falta cerveza japonesa. Al día siguiente Nakano se encontró en su habitación de hotel una nevera entera repleta de cerveza.