CRÍTICAS PELÍCULAS

jueves, 2 de enero de 2020

INVASIÓN EXTRATERRESTRE (1968)


Debido a la tendencia decreciente de espectadores de los últimos films de Godzilla, se pensó en dar carpetazo final a la saga con un mínimo de dignidad. Lo cierto es que el espectro de público interesado en el saurio radiactivo estaba cambiando drásticamente: del público adulto de los inicios a un público juvenil, de ahí a uno adolescente hasta llegar al público infantil, el cual estaba destinado a ser el único sector que seguiría apoyando al saurio radiactivo.
Para crear esta gran traca final era necesaria una jugada que movilizara a los espectadores. Se decidió reunir a los 4 pilares básicos de la saga de nuevo (y por última vez) : Ishiro Honda, regresando a la dirección de su criatura, Eiji Tsuburaya, a los efectos especiales, Akira Ifukube a la banda sonora y Tomoyuki Tanaka, en producción.

Tras dos films de ambientación selvática, era evidente que la audiencia reclamaba volver a los terrenos de la destrucción masiva urbana, así que se recuperaron las tramas de invasiones extraterrestres controlando a esta vez no 1, ni 2, ni 3... sino a ¡¡¡11 monstruos!!!; y ahora la amenaza es global porque se incrementaría el presupuesto para que se pudieran construir maquetas de las principales ciudades del mundo, y así las simpáticas bestias gigantes pudieran destruirlas. De estas premisas nació el clásico Invasión extraterrestre (1968), aunque como pudimos ver, ni mucho menos éste fue el final de la saga.

En 1999, la UNSC (United Nations Scientific Council) ha reunido a todos los grandes monstruos en una zona de la isla de Ogasawara denominada Monsterland, con el objetivo de estudiarlos a fondo, controlándolos mediante un complejo campo electromagnético. Sin embargo los Kilaaks, una raza extraterrestre, pretende esclavizar la Tierra y boicotea los sistemas de comunicación de la isla y controla mentalmente a los monstruos, que se lanzan a una frenética carrera de destrucción por todo el mundo.

Godzilla vuelve a pasearse por Tokyo

Invasión extraterrestre (1968) es un film que ofrece muchos elementos atractivos para el fan. La idea de presentar una Monster Island donde están recluidas y aisladas todas las bestias es muy sugerente, y se explotaría en futuras producciones. La posibilidad de poder ver a los monstruos destruyendo las principales ciudades del mundo (Godzilla ataca New York, Rodan a Moscú, Gorosaurus a París...) es fantástica, y debido a esto, el film vuelve a ser una orgía de destrucción como en los viejos tiempos, teniendo como clímax la obligada secuencia de destrucción de Tokyo realizada por 4 monstruos a la vez (Godzilla, Rodan, Manda y Mothra). Se intenta dar un elemento humano vistoso y entretenido en la linea de Los monstruos invaden la Tierra (1965), pero quedándose a medio camino a nivel de interés. El diseño de las extraterrestres Kilaaks es deliciosamente naif.

Todo esto hace que los primeros 40 minutos del film sean muy entretenidos pero... una vez Tokyo es destruida, la historia se centra en la odisea de los héroes humanos intentando vencer a los Kilaaks, paseándose con su cohete por unos alargados minutos que hacen decrecer el interés. De hecho, el propósito de Honda era aumentar aún más los minutos de los monstruos en el film, pero el presupuesto, a pesar de ser superior a anteriores entregas, apretaba e hizo añadir más escenas con los humanos.

La magnífica batalla final
La historia tampoco es muy original a estas alturas. Se repite la misma de la clásica Los monstruos invaden la tierra, sólo que con el triple de monstruos. Los efectos especiales son ya bastante decadentes y los monstruos lucen muy de cómic, pero consiguen buenos momentos especialmente en los momentos de destrucción. A pesar del bajón de ritmo en su parte central, el film se recupera con una escena final que es sin duda maravillosa y clásica, como es la reunión de todo el bestiario de la saga juntos y revueltos en las faldas del Monte Fuji, metiéndole una soberana paliza al dragón de tres cabezas, Ghidorah (10 contra uno, pues claro...); una batalla irresistible.

Además, Akira Ifukube vuelve a salirse con una sintonía musical que se ha convertido en mítica con el paso de los años y hace erizar el bello corporal de nuevo.

Aún con su cierto aire repetitivo, Invasión extraterrestre (1968) es un disfrute irresistible y divertidisímo. repetitiva. Un festival de monstruos inigualable, hecho con amor y cariño por parte de sus responsables y que goza de un gran ritmo general. Un homenaje con corazón a unas criaturas gigantes que llevaban pisoteando los cines de todo el mundo durante 15 años.

Los 4 cracks: Ifukube, Honda, Tsuburaya, Tanaka y sus criaturas
Y ahora algunas curiosidades. Algunos de los trajes de los monstruos más "oscuros" o poco conocidos como Varan o Baragon, estaban muy deteriorados por lo que sus apariciones son bastante cortas y de fondo. La cabeza de Manda, la serpiente gigante, se parecía demasiado a Ghidorah, por lo que se remodeló. En EEUU, el film se tituló con el mítico título de Destroy all monsters y gozó de una fuerte proyección internacional por lo que se convirtió para el resto del mundo en una de las entregas más recordadas de la saga. No pasó lo mismo en Japón, pues solo 2,5 millones de espectadores acudieron a ver el film.
Invasión extraterrestre (1968) marcó el fin de una era para el kaiju, pues a partir de aquí todo fue cuesta abajo.

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