CRÍTICAS PELÍCULAS

sábado, 4 de enero de 2020

CIBERGODZILLA, MÁQUINA DE DESTRUCCIÓN (1974)

Tras la debacle artística y crítica que supuso el último film de la saga Godzilla, la delirante Gorgo y Supermán se citan en Tokyo (1973), parece que los productores de Toho se pensaron mejor las cosas antes de abordar la nueva entrega de nuestro saurio radiactivo. El siguiente film iba a tener una factura mínimamente más cuidada que el desastre de los anteriores filmes, muy pobres y repletos de stock shots de otras entregas.
Jun Fukuda volvió a ponerse tras la cámara (por última vez en la saga) para abordar la clásica Cibergodzilla, máquina de destrucción (1974), y podemos ver varios cambios significativos y de agradecer para el respetable.

En el film, una profecía ancestral de Okinawa predice que un monstruo aparecerá para destruir el mundo, pero será detenido por dos criaturas colosales. El hallazgo de una estatua en las cavernas de Okinawa indican que se trata de la llave para llamar a King Caesar, el guardián de la zona, y el único que puede detener la oleada de destrucción provocada por CiberGodzilla, un ser cibernético construido por la raza alienígena del tercer planeta del Agujero Negro, que ha llegado a la Tierra con pretensiones de invadirla.

Fukuda parece recoger lo mejor que dejó en Los monstruos del mar (1966), ese ambiente aventurero en donde no paran de sucederles cosas a los personajes mientras van de un lado para otro enfrentándose a mil eventualidades. En este caso la historia se contagia del espíritu de los films de espionaje y de James Bond (con un agente secreto muy cool y lleno de recursos) con las manidas invasiones extraterrestres, y se agradece enormemente que el tufillo infantil se vea reducido considerablemente, presentando ciertos momentos violentos y de carácter más adulto que entregas anteriores. La idea de Cibergodzilla, la de presentar una réplica cibernética y malvada de Godzilla, provista de múltiples gadgets y prácticamente invencible, es tan atractiva que no entiendo cómo tardaron tanto en presentar tal idea en la saga. Recordemos que en el Japón de 1974 (y en el resto del mundo) los robots, gracias a Mazinger Z, estaban más de moda que nunca, así que por qué no aprovechar el tirón cibernético para atraer más espectadores de cara a la ya moribunda saga.

Godzilla vs Godzilla

¿2 Godzillas? Aqui hay algo que no cuadra

La verdad se descubre y Cibergodzilla se las hace pasar canutas al saurio radiactivo

Detrás de todo están los extraterrestres de turno, parece que les gusta el planeta Tierra por los puros
Aunque los efectos especiales están algo más cuidados y se le intenta dar un aire serio a este nuevo Godzilla (¡¡vuelve alguna que otra escena de destrucción masiva!!), las batallas continúan siendo un festival del humor incontrolable, pero pese a esto, son muy entretenidas de ver por la inusual violencia que desprenden. Cibergodzilla destroza a Anguirus partiéndole la mandíbula y brotando de ella chorros incontrolables de sangre (a lo King Kong con el T-Rex) y en un momento glorioso de la batalla final, el cuello de Godzilla revienta a borbotones cual film de samurais de la época tras el impacto de cohetes y rayos multicolores por parte de su réplica robótica.

King Caesar le echará una mano a Godzilla
Resulta bien llamativa la forma en la que está rodada la batalla final a 3 con una dolly o zooms constantes y realizando movimientos de cámara más propios del spaguetti western que de un kaiju. Se agradece, aunque sea de forma torpe, la recuperación de un tema clásico como es el enfrentamiento entre lo tecnológico y moderno, contra lo tradicional representado en la criatura llamada King Caesar, un ser que parece recuperar lo mejor de Mothra con una rebuscada profecía de Okinawa, sacerdotisas y cánticos varios; aunque el monstruo, con su look de caniche trasnochado, resulte más risible que otra cosa.

Se agradece sobremanera pequeñas sorpresas argumentales como que un moribundo Godzilla recoja energía de los rayos de una tormenta y consiga imantarse, lo que será un arma inesperada para Cibergodzilla y los extraterrestres (¡pero bueno, ¿ahora qué pasa?!!¡, exclama el villano de turno).

Hablando de los extraterrestres de este film, no dejan de ser los aliens de cuarta de cualquier producción similar, con trajes de aluminio y cascos estrafalarios gritando a los cuatro vientos lo malvados que son, pero tienen la suficiente personalidad como para prestarles atención, además cuando mueren se les cae su cara humana y resultan ser...¡¡¡simios!!! (y bastante calcados a los de El planeta de los simios (1968), si es que más no se puede pedir).

La sacerdotisa de rigor cantará durantes unos largos minutos

Tranquilos que hay rayos mortíferos para todos

Godzilla acaba hecho un colador
Tramas de espionaje, extraterrestres estrafalarios, investigación sin fin, una profecía milenaria, un científico imposible con una pipa de adamantium multiusos (la hizo un día que se aburría, según él), el clon robótico de Godzilla, monstruos defendiendo la tierra... Todo el conjunto hace que sus 80 minutos se pasen en un suspiro, resultando ser una de las entregas más divertidas y disfrutables en mucho tiempo, aunque no logre quitarse la etiqueta de Serie "casi" Z. Además, la banda sonora de Masaru Sato, en esta ocasión, logra ser gloriosa (más setentera imposible).

El film resultó tener una tímida recaudación en taquilla respecto a la anterior entrega, consiguiendo que 1,33 millones de espectadores acudieran a verla, si bien causó una buena aceptación general.
Sólo diré una cosa más: era una de mis películas favoritas cuando tenía 10 años.

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