CRÍTICAS PELÍCULAS

viernes, 14 de febrero de 2020

CRÓNICAS DE SITGES 2017 (2/3)

En este Festival de Sitges 2017 hemos tenido la suerte de que proyectaran la última obra cinematográfica del genial director japonés Shunji Iwai: A bride for rip van winkle (2016).
Este mastodonte de 3 horas tiene como protagonista absoluta a Nanami, miembro del personal docente de un instituto, que conoce a Tetsuya a través de SMS y decide casarse con él. Pero Nanami no tiene muchos parientes, por lo que recurre a la agencia Nandemo-Ya, llevada por Amuro.
Ella le pedirá que envíe gente a su boda con el objetivo de fingir que son parientes suyos. Al inicio de su matrimonio, Nanami pillará a Tetsuya teniendo una aventura, pero su suegra Kayako, insiste que es Nanami quien la tiene. Debido a ello, Nanami se verá obligada a abandonar su hogar. Amuro ofrecerá entonces a Nanami, que se encuentra en problemas, extraños trabajos a tiempo parcial.
A bride for Rip Van Winkle nos devuelve al Iwai más cruel y desolador, ése que analiza sin tapujos la sociedad japonesa actual así como la parte más oscura de las relaciones humanas. El tema principal del film se basa en el papel de la mujer dentro de la sociedad japonesa, un papel basado en las apariencias, en el obligatorio cuidado del esposo y en el cumplimiento de sus deberes sociales. Imagen y conceptos que Iwai analiza en nada más y nada menos que 3 horas de metraje.
Lo primero que podemos decir es que los planteamientos en los que se basa son más que interesantes
y apasionantes. El recorrido vital del personaje de Nanami, de mujer que busca ser convencional pero que poco a poco se irá liberando de sus ataduras sociales hasta convertirse en un ser independiente y dueña de su destino, es el esqueleto por el que recorre el film.
En ese sentido, la obra es implacable y cruel con su protagonista, y en definitiva Iwai nos deja con el regusto de que no tiene ninguna esperanza en las relaciones y de qué forma la frialdad y el desapego es dueño de la sociedad de este nuevo siglo. Nanami conoce al que será su futuro marido a través de Internet y la ironía de que la muchacha debe acudir a una agencia de actores para que finjan ser sus familiares en la ceremonia está cargada de un conmovedor patetismo. Más aún cuando descubre que su recién marido tiene una amante, y por presiones familiares o por no resultar ser la buena esposa que se le exige, acaba siendo abandonada en plena calle, en la que es la escena más memorable y puramente Iwai del film.
Más tarde comenzará una serie de extraños trabajos en lo que resultará un viaje a la búsqueda de sí misma. Finalmente conocerá a Mashiro (quien resulta ser una actriz porno) con quien compartirá una extraña y solitaria mansión e iniciará una curiosa relación amorosa y homosexual llena de sutilidad y con destino trágico. Es en este tramo final en la mansión donde el film alcanza sus mejores momentos, con la pareja de féminas compartiendo momentos llenos de sensibilidad y amargura.

El problema con A bride for Rip Van Winkle es que resulta una sucesión de pequeños momentos interesantes pero que pecan de confusos y algo desordenados e inmersos en un metraje en definitiva excesivo.
A Bride for Rip Van Winkle supone el regreso de Shunji Iwai al cine de ficción con una obra muy interesante a nivel de contenido y planteamientos, como son el papel de la mujer en la sociedad japonesa y la parte más oscura de las relaciones sentimentales, pero es una obra que peca de exceso de metraje y cierta desorganización y confusión. Pese a todo, es un film bien curioso, distinto, que lleva indiscutiblemente el sello de su director y que alcanza momentos conmovedores gracias a su protagonista femenina a la búsqueda de su lugar en el mundo.


En los 70, en plena era del exploit y de las sesiones grindhouse, era bastante común encontrarse con films conocidos como rape & revenge. Películas en las que una chica incauta (o grupo de jovencitas) eran torturadas/violadas por un grupo de psicópatas o desalmados masculinos para después ser ajusticiados por las mismas chicas o sus familiares.
El infame film de Wes Craven, La última casa a la izquierda (1972) es una de las piezas clave de tan políticamente incorrecto subgénero. En estos tiempos de dictadura moralista, es cada vez menos común encontrarse con estos trabajos, o por lo menos encontrarlos con la mala baba y gamberrismo que tenían sus congéneres setenteros.
Revenge es una nueva muestra de este rape & revenge de nueva hornada, que valga la ironía, acaba resultando “más revenge y menos rape”. Un film que presenta varias particularidades: la primera, su procedencia; es francesa y por tanto perteneciente a esta nueva oleada de gore-francés sin complejos; y en segundo lugar, se trata de la ópera prima de Coralie Fargeat.
Revenge ha resultado ser toda una sorpresa y un producto tremendamente disfrutable, visto desde la perspectiva de una película sin prejuicios y de pura diversión y casquería. En ella, nuestra heroína pasa de ser la mayor pija del extraradio, con sueños de convertirse en modelo y muy bien provista de unos tremendos atributos físicos que harían palidecer a Irina Shayk, hasta, tras sufrir una serie de catastróficas desdichas, pasar a convertirse en una Lara Croft gore, una Rambo femenina dispuesta a vengarse de sus torturadores. Una obra provista de un cúmulo de situaciones imposibles de pura ciencia ficción (nuestra protagonista sobrevive a una serie de accidentes verdaderamente mortales), que si se superan y se entra en el juego de la pura fiesta, resultará una experiencia muy gratificante.
El film no anda escaso de gore precisamente, y la sangre salpica salvajemente desde un inicio. La dirección es verdaderamente acertada, con cierto tufo (agradecido) a videoclip y unas imágenes que contagian tensión y adrenalina. Un visionado que se hace ameno y ágil, Revenge es divertidísima y verdaderamente sangrienta, y hará las delicias del fan, si se logra superar sus momentos de ciencia ficción a lo Chuck Norris.
 

En 2012, la ópera prima de un joven director dio el taquillazo en los cines coreanos con una propuesta que daba una nueva vuelta de tuerca al thriller del país del soju.
Confession of murder se apartaba de la seriedad y crítica social de Memories of murder o del gore sucio e incómodo de The Chaser (por citar los referentes máximos de la mayoría de thrillers coreanos), por ofrecer directamente un espectáculo pop paródico e imposible, y que él mismo parecía burlarse de los patrones y giros rocambolescos de guión de sus predecesoras y pálidas imitaciones. Confession of murder, pese a no ser un film memorable, se antojaba entretenido y descerebrado. La casualidad dio que pudiéramos coincidir dos veces en el mismo día con su director, Jung Byung-Gil, ya que no solamente para matar el rato asistimos a la proyección en Brigadoon de la ópera prima de Byung-Gil, sino que a la noche el director hizo de nuevo acto de presencia para la proyección de La villana, la última sensación del cine coreano.
La villana explota con creces el gusto de su director por las escenas de acción. El film venía precedido de excelentes comentarios debido precisamente a eso. Con ecos de Nikita y el thriller de acción más seco de Corea, La villana es un film que si bien alucina con sus set pieces de acción (su inicio en primera persona es un arranque impresionante), es una película que se antoja alargada en exceso, con una trama romántica y lacrimógena mezclada con venganzas varias y con muchos altibajos. 

Está excelentemente rodada, con una interpretación descomunal de Kim Ok-Bin, que para quien sigue el cine coreano desde hace muchos años era la fantasma adolescente de Whispering Corridors: Voice (2005) o la sexual vampira de Thirst (2008).
Como hemos dicho, se beneficia de sus escenas de acción (3 ó 4 verdaderamente memorables), las cuales están rodadas con un pulso y una magia alucinante con la cámara, atravesando recovecos imposibles (¿alguien me puede decir como han filmado la lucha en motos?).
El resto: una organización que entrena asesinas (todas bastante atractivas, claro), el amante resucitado, el love-affair de la protagonista con su vecino y la venganza por encontrar al asesino de su padre… son tramas más bien poco interesantes, simpáticas pero en exceso alargadas. Pese a todo, La villana es un film espectacular, salvaje y adrenalítico en sus escenas de acción, y que bien vale la pena un visionado.


Shinobu Yaguchi es uno de esos directores de gran éxito en Japón pero cuasi desconocido fuera de sus fronteras, lo cual es muy de agradecer al Festival el hecho de haber traído su última película, Survival Family.
Yaguchi es un personaje por el que siento enormes simpatías, en todos sus films consigue algo muy poco corriente, ya sean mejores o peores, siempre te dejan un buen rollo y una sonrisa tonta de oreja a oreja más que agradable. Siempre es dado al humor ya sea de carácter absurdo (presente en sus primeros films como la delirante Waterboys (2001) o la excelente Swing Girls (2004)), a otras más amables y blancas, de su última etapa, como la entretenida Robo-G (2012) o la muy notable Wood Job! (2014).
Con Survival Family vuelve a incidir en el fuerte contraste entre la civilización actual y su locura tecnológica, a la cual dependemos y el viaje hacia un regreso a la forma de vida sencilla de nuestros abuelos, donde con mucho menos parecían ser más felices.
Survival Family parte de cómo un apagón tecnológico repentino pone patas arriba la civilización tal y como la conocemos, y en concreto la de una típica y desavenida familia japonesa. Un padre que pasa de todo y está absorbido por su trabajo, una madre ama de casa bastante torpe y unos hijos en plena edad del pavo y totalmente adictos a sus teléfonos móviles… que prácticamente nada en la gran ciudad funcione (cualquier sistema tecnológico, y eso incluye vehículos, aparatos del hogar, trenes…) provoca que la familia realice un viaje imposible en bici hasta el pequeño pueblo de sus abuelos. 

Se inicia un viaje por el que pasarán mil penalidades, a la vez que aprenden a convivir entre ellos mientras descubren otra manera de ver la vida, mucho más alegre y viva que la esclavitud de la gran ciudad.
Un film totalmente agradable y repleto de perlas irónicas, con unos personajes bien dibujados y simpáticos. Un punto en contra es su alargada duración (2 horas) para una historia, al fin y al cabo, no demasiado complicada. Su primer tramo en Tokyo se hace algo reiterativo hasta que la historia se encara hacia lo más jugoso e interesante: el viaje de la familia a través de Japón, donde se proporcionan momentos muy bellos a nivel visual (esos campos de arroz japoneses son tan cinematográficos…) y donde subyace la moraleja del film.
Para Yaguchi (como ya demostró en Wood Job!) es urgente un regreso a la forma de vida sencilla y primigenia propia de nuestros antepasados. Una vida más feliz y llena de la sabiduría que parece que no tienen las nuevas generaciones. Survival Family ha resultado ser una muy agradable sorpresa que se aleja algo en calidad a los mejores trabajos de Yaguchi pero que derrocha inteligencia, ternura y simpatía. Notable.

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