CRÍTICAS PELÍCULAS

martes, 18 de febrero de 2020

CRÓNICAS DE SITGES 2018 (1/3)

Hace 2 años, Dante Lam emocionó a un servidor con Operation Mekong (2016) y su despliegue de set-pieces de acción imposible, frenética y de ciencia ficción, pero parece que no tuvo bastante sangre derramada en el celuloide.
La nueva locura de Lam, Operation Red Sea (2018) multiplica por 100 los tics y gusto de la acción por parte del director. Una película que no mantiene conexión con la anterior más allá del título y parte del cast. En China el éxito ha sido abrumador, convirtiéndose en la segunda película más taquillera de la historia del país.
En el film, La Marina del Ejército Popular de Liberación lanza una operación de rescate para salvar a un rehén en Ihwea y se desata una batalla feroz con rebeldes y terroristas.
Operation Red Sea es una experiencia alucinante en todos los sentidos. El despliegue de burradas que van pasando por delante de tus ojos es tal que no puedes evitar pasártelo en grande. Set-pieces de acción rodadas magistralmente con un grado de tensión insoportable y sobre todo con un nivel de gore que ni Peter Jackson en sus inicios. No se hacen concesiones; soldados enemigos, civiles y niños son atrapados por las balas y las bombas siendo despedazados y desmembrados. Todo un festival de hemoglobina que se complementa con una exaltación del ejército chino y un patriotismo que acaba por resultar delirante y divertidísimo.
Un film de excelente factura técnica y manejo de la tensión, y que si te la tomas a broma se convertirá en una fiesta inolvidable. Bravo por Dante Lam, pero a ver cómo es capaz de superar esta carnicería.

Y hay que tenerlos muy cuadrados para seleccionar a Operation Red Sea como la representante china en los Oscars.


En una cinematografía coreana cada vez más comercializada y repetitiva (no obstante cada año podemos encontrar 4 ó 5 joyitas interesantes), se agradece una aproximación a lo mejor del cine independiente, cada vez más oculto, del país del soju.
After my death (2017) venía precedida de varios premios de gran importancia en diversos festivales coreanos, un film que ha sorprendido a un servidor encontrándose con una experiencia incómoda y por momentos inquietante.
En la película, una chica de instituto muere una noche y al día siguiente la policía empieza a investigar. Una compañera de clase es sospechosa y empiezan a hacerle bullying en el instituto. Mientras, la madre sufre buscando respuestas y el instituto intenta hacer todo lo posible para salir adelante.
El arranque engancha de primeras con la policía investigando el posible suicidio de una jovencita y a los posibles sospechosos de ello, que bien podrían encontrarse en su propia clase.
Ahí es cuando asistimos a un cúmulo de pistas falsas, caminos que no llevan a ninguna parte y un misterio que parece crecer cada vez más a medida que nuevos descubrimientos se van conociendo. Un film que como ya afrontaron con gran acierto clásicos del reciente cine coreano como Princesa (2013) o Un monstruo en mi puerta (2014), se adentran en la parte más oscura y violenta de la adolescencia.

After my death, no obstante su calidad, queda un escalón por debajo de las mencionadas, pero es capaz de introducirte durante dos horas en una atmósfera rara, agónica y asfixiante con sorprendentes momentos inquietantes de violencia psicológica y física y un final, que a pesar de la primera reacción de insatisfacción que pueda provocar por no resolver el caso, es bien acertado generando más preguntas que respuestas. Una obra que va creciendo con el tiempo. Interesante.


Muchos conocimos a Shinsuke Sato gracias al enorme revuelo que montó la festiva proyección de I
am a hero en 2015, la adaptación del célebre manga de zombis de Kengo Hanazawa. Desde entonces, al director le han llovido nuevos proyectos relacionados con los live actions de animes y mangas varios, desde la nueva Death Note: El nuevo mundo (2016) a la esperada adaptación de Bleach (2018).
El film que nos ocupa hoy, Inuyashiki (2018) se posiciona como el trabajo más destacable hasta el momento del director japonés, adaptando el manga de Hiroya Oku, creador de Gantz. De entre el ingente aluvión de live actions que asaltan Japón desde hace unos años (algo parecido a la invasión Marvel de Occidente), Inuyashiki está un escalón por encima de estas adaptaciones, por lo general algo chapuceras (aunque entretenidas).
Inuyashiki, un hombre de mediana edad y Hiro, un adolescente, son atrapados por un extraño rayo gracias al cual adquieren poderes especiales. Cada uno de ellos usará ese extraño poder de manera muy diferente.

La película destaca por presentar a un personaje inolvidable como es el del propio Inuyashiki, un hombre cincuentón cuya vida no puede ser peor, con una familia que lo desprecia y un trabajo terrible, hasta que, de un día para otro, se convierte en un cyborg con capacidades asombrosas.

Por otro lado tenemos a Hiro, el típico outsider adolescente del cine japonés, de padres separados y objeto de bullying en la escuela y cuyo odio y rabia irán convirtiéndolo poco a poco en un villano.
Destaca un intento por dar tridimensionalidad a los 2 antagonistas, dándole a cada uno un trasfondo y una razón de ser bastante lógica. Se rodea todo el metraje de un halo épico y dramático muy conseguido, manteniendo las vidas y desarrollo de Inuyashiki y Hiro en paralelo la mayor parte del tiempo, hasta estallar en su clímax final: una sorprendente matanza de “inocentes” en el centro de Shibuya con posterior batalla robótica llena de espectacularidad, donde destacan unos excelentes efectos especiales.

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