CRÍTICAS PELÍCULAS

miércoles, 12 de febrero de 2020

CRÓNICAS DE SITGES 2016 (3/4)


Este año, dentro de los Sitges classics, han realizado un ciclo llamado "Red planet Marx" dedicado al desconocido cine de ciencia ficción ruso; toda una delicia para los amantes del género e investigadores de curiosidades como éstas.
Nosotros pudimos asistir a la doble sesión en el cine Prado de "Doroga k zvezdam"(Road to the stars) de 1958 y "El Planeta de las tormentas" (Planeta Bur"), de 1962. Dos piezas dirigidas por Pavel Klushantsev verdaderamente sorprendentes y curiosas realizadas en Rusia en plena Guerra Fría, donde la lucha encarnizada con Estados Unidos por la conquista espacial estaba en pleno apogeo.
Doroga k zvezdam es un falso documental en donde se especula ya con viajes interplanetarios. La primera parte del mediometraje va sobre el fundador de la cosmonáutica, Konstantin Tsiolkovsky, la historia de los cohetes y las perspectivas del desarrollo de la astronáutica.
La segunda parte es una película de ciencia-ficción, donde se fantasea sobre cómo será la vida del hombre en el espacio profundo.  Como he dicho, una curiosidad fascinante dentro del
cine de la época y un ejemplo de cine ruso donde se vanaglorian los descubrimientos científicos propios. Sirve muy bien como clase de ciencia pero no deja de ser una curiosidad y un
ejemplo del cine propagandístico de la época. En cambio Planeta Bur es un ejemplo de cine de ciencia ficción hecho con un mínimo de medios.
En el film, tres naves soviéticas - Sirus, Vega, Capella - se encuentran en misión hacia Venus. Capella es destruida por un asteroide y toda la operación es puesta en peligro. La tripulación elabora un plan y deciden descender por tandas al lejano planeta.
Una vez que los tripulantes llegan a la superficie de Venus, deberán enfrentarse a monstruos prehistóricos, enfermedades y plantas carnívoras, además de descubrir los posibles indicios de una civilización ya extinguida.

Un film que a pesar de que llegó en un momento en que la edad de oro de la ciencia ficción de los 50 estaba acabando, es una muestra muy entretenida y encantadora de lo que se hacia en Rusia dentro
del género. Un delirio con efectos especiales de saldo, dinosaurios de medio pelo y actores más fríos que el simpático robot que les acompaña en la misión (especie de clon del que aparecía en Planeta prohibido). Planeta Bur, no obstante, es imaginativa y presenta una muy sugerente ambientación en Venus con un filtro en la imagen anaranjado que ayuda a ambientarnos en el planeta.
Un divertimiento asegurado por sus encantadores efectos especiales, situaciones alucinógenas y delirantes.



Tras entrar por la puerta grande con su shockeante debut, La casa de los mil cadáveres (2003), Rob Zombie se ha convertido en uno de los directores de referencia del género.
"31" es el nuevo film del director estadounidense, un trabajo donde retoma varias de sus obsesiones cinematográficas, como la de ambientar sus historias en los años 70 o los payasos grotescos y psicópatas.
Cinco personas son secuestradas en los días previos a Halloween y mantenidos como rehenes en un lugar llamado Murder World. Mientras están atrapados, deben jugar a un juego violento llamado 31, donde la misión es sobrevivir 12 horas contra una pandilla de payasos malvados.
La idea del film de convertir la historia en una especie de versión survival pasadísima de vueltas y deliciosamente gore de "Perseguido"(1987) es atrayente, pero el resultado no acaba de satisfacer las expectativas con un montaje desigual y extraño (esas cutres congelaciones de la imagen), personajes sin interés que sólo sirven como carnaza y situaciones alargadas.
El film cumple sobradamente a nivel de gore con escenas sanguinolentas protagonizadas por motosierras, desmembramientos y demás objetos punzantes, pero la forma de rodar estas escenas (y en general todo el film) con la cámara temblorosa y planos de 1 segundo pone más de los nervios que otra cosa.
A destacar, eso sí, y como es de costumbre en Zombie, la ambientación degradante y sucia y los killer clowns, cada uno más grotesco que el anterior, pasando por un enano argentino nazi con esvástica tatuada en el pecho a una especie de alemán de 2 metros con falda de bailarina de ballet.

La primera escena del film en blanco y negro y con el payaso asesino hablando directamente a cámara, es elegante y muy sugerente, pero no se puede decir lo mismo del resto del film.
Pese a todo, es una gamberrada muy propia de Rob Zombie, con momentos entretenidos y que los fans del estilo del director disfrutarán.


Su presentación en Sundance, donde dividió al público de forma brutal (muchos huyeron de la sala
rechazando la propuesta y los que se quedaron acabaron amándola), no hacia sino aumentar las expectativas respecto a "Swiss Army Man", film dirigido y guionizado por Daniels (Dan Kwan y Daniel Scheinert).
La verdad es que el punto de partida del film, con un cadáver moribundo, interpretado por Daniel Radcliffe, el cual no cesa de emitir flatulencias, era bien llamativo, algo muy del gusto de un festival como Sitges.
La historia presenta a Hank, quien lleva una larga temporada aislado en una isla desierta, pero tras encontrar a un cadáver de un joven que el agua ha traído hasta la orilla, logra escapar haciendo uso de sus "especiales" habilidades con los gases corporales.
El film sorprende por su tono juvenil, gamberro y tremendamente imaginativo, aprovechando el espacio de la acción y llevándolo al terreno de lo absurdo y al surrealismo. Sí, el cadáver moribundo (interpretado muy bien por cierto, por un Daniel Radcliffe quitándose ya definitivamente el sambenito de Harry Potter forever), es una auténtica navaja suiza: se tira pedos que lo ayudan a propulsarse cual lancha motora o emana de su boca chorros de agua limpia que sacian la sed del protagonista; pero el film no se queda en estas demostraciones de humor escatológico, absurdo y refrescante.
Una vez el cadáver empieza a hablar, la película entra de lleno en terrenos más profundos y complejos: la vida, la soledad, las relaciones humanas o cómo nos amarga la forma de comportarnos frente a la sociedad. Un camino que lleva a Hank, interpretado por un estupendo Paul Dano, a redescubrirse a sí mismo y a enfrentarse a sus temores más internos a la vez que cuenta una preciosa historia de amistad.

Si encima, el objeto de deseo de esta extraña pareja es Mary Elizabeth Winstead (la fémina de la cual Hank está enamorado y nunca se atrevió hablarle), una actriz de referencia para el que esto suscribe por motivos evidentes, el film se hace emocionante, divertido y reflexivo.
Juega en contra que su humor sea muy especial y que al fin y al cabo, no hay mucho más que rascar en la trama y el metraje se haga, por momentos, algo largo y con escenas reiterativas y repetitivas. Pese a todo, el clímax final es inmejorable y hace que al acabar la proyección, no puedas reprimir una sonrisa tonta de satisfacción.


Cada vez más, el triunfante concepto inmersivo ha conseguido que el mundo del videojuego se vaya
colando progresivamente en otros formatos audiovisuales. Uno de los últimos experimentos con el que está jugando el mundo del cine estos últimos años es el fallido y caduco 3D o la realidad virtual.
"Hardcore Henry" es un vehículo de acción cuya mayor atención se centra en que sus 90 minutos están grabados en primera persona y casi en tiempo real, cual videojuego shot'em up tipo Call of Duty (o Doom, para los nostálgicos y amantes de los clásicos de la Play Station de los 90).
La trama es bien simple. Henry, el protagonista (o nosotros, si lleváramos un mando) revive en un laboratorio y de la mejor manera, siendo ensamblado biónicamente con prótesis robóticas súper poderosas por una enfermera de muy buen ver que dice ser su esposa (Henry no recuerda nada de su vida anterior). A los pocos minutos, unos maleantes comandados por un personaje con poderes psíquicos, mata a todo el mundo en el laboratorio, aunque Henry (junto a su curvilínea mujer) consiguen escapar.
Es cuando empieza un sin parar de acción cada 2 minutos con Henry encontrándose cada dos por tres con personajes metidos con calzador, los cuales le dan alguna pista o nueva arma que le permita seguir en el desarrollo de los acontecimientos (como cualquier videojuego del género).
Es evidente destacar que la propuesta es resultona y técnicamente excelente, pero para un servidor, el tema de la primera persona le ha parecido insufrible y tremendamente mareante (y eso que mi mente está más que acostumbrada a las mayores locuras narrativas y visuales).
Para un corto de 10 ó 20 minutos bien, pero no para 90. El conjunto es monótono y aburrido. Todo se centra en una sucesión de escenas de acción, una tras otra, (muy bien hechas, eso sí) donde el mayor atractivo reside en cómo Henry va destrozando a sus enemigos de las maneras más burras posibles.

A destacar el tramo final, donde el nivel de acción llega a cotas sobrehumanas y espectaculares (como fan de Queen, me hizo especial gracia que sonara Don't stop me now cuando Henry se inyecta adrenalina en vena).
Pese a sus aciertos, se trata de un film que funciona como curiosidad narrativa, pero que os aseguro que no volveré a visionar nunca más para así evitarme una buena vomitera.


En la última década, el cine francés de género ha dado lugar a piezas que han ofrecido nuevas perspectivas del terror, desde el torture porn, con films provocativos, desagradables y viscerales.
À l'intérieur (2007) es una de las favoritas para un servidor de esta nueva y volátil ola de cine de terror francés, a la que también pueden ser ejemplos destacados Martyrs (2008) o Alta tensión (2003).
"Grave" (o Raw, o Crudo), es una de las propuestas más interesantes, no solamente de esta reciente ola francesa, sino del género en estos últimos años, manteniendo el mismo nivel de incomodidad en sus escenas más gore (aunque sin llegar a los niveles de los anteriores títulos mencionados); con un toque de cine de auteur (muy europeo) y una historia femenina de autodescubrimiento sexual, vital (y alimenticio).
Justine, una joven de 16 años, vive en una familia donde todo el mundo es veterinario y vegetariano. Desde su primer día en la escuela de veterinaria, Justine se desvía radicalmente de sus principios familiares y come carne. Las consecuencias no tardan en llegar y Justine empieza a desvelar su verdadera naturaleza.
Lo sorprendente de este film es que se trate de la ópera prima de la directora Julia Ducournau y el resultado final parece haber sido creado por alguien con una trayectoria mayor, y es de destacar la naturalidad con la que pasan los hechos, no solo los sangrientos, sino en las situaciones referentes a la sexualidad o a la descontrolada vida universitaria donde vamos acompañando a la vorágine de degradación (o renacimiento, según como se mire) de Justine, con una fantástica interpretación de Garance Marillier, sin duda, lo mejor de todo el film.
No niego que haya algunas facultades o universidades francesas (o en el resto del mundo) con ese nivel de descontrol alcohólico y sexual, con orgías entre estudiantes en cada esquina, pero por momentos me resultó algo difícil de creer y parecía que estuviera viendo una escuela militar o una rave permanente antes que una escuela de veterinaria, si bien es un ambiente que ayuda en el desarrollo vital de Justine.

Respecto a los desmayos producidos en el Festival de Toronto, he de avisar que si estáis acostumbrados al género y a las emociones fuertes, las escenas sangrientas no os van a quitar el sueño ni mucho menos, pero sí es verdad que esos momentos en donde el canibalismo o la automutilación se hacen presentes, resultan desagradables y muy shockin' (pero no son para tanto).
El giro final, lleno de humor negro, es muy destacable y me hizo especial gracia. Grave (Raw) es un film de terror adulto, hecho con estilo, que remueve y hace pensar, algo muy necesitado en el genero estos últimos años y que con títulos como It follows (2014) o el presente film, hacen que recuperemos la esperanza en el cine de terror.

No hay comentarios:

Publicar un comentario