CRÍTICAS PELÍCULAS

martes, 26 de noviembre de 2024

KYRIE NO UTA (2023)


El lugar que ha ocupado Shunji Iwai en mi vida fílmica es enorme y su descubrimiento vino aparejada de la más mágica y pura casualidad: ojeando DVD’s en un centro comercial. El encontronazo con un filme titulado Todo sobre Lily (2001) removió los cimientos de mi vida, abriendo mis sentidos y horizontes audiovisuales como nunca antes, complementándolo después con una filmografía que rebosaba sensibilidad, melancolía, poesía y dolor. Iwai se encuentra lejos de sus años llenos de explosividad creativa en los años 90 en donde cada estreno se convertía en un pequeño fenómeno en Japón. Ahora el autor vive relegado a un ambiente muy independiente donde combina sus nuevos trabajos cinematográficos junto a cortometrajes, anuncios, videoclips, proyectos englobados en el arte entre otros. Por desgracia y frente a mi frustración, los festivales occidentales parecen ser ajenos a cualquier trabajo de Iwai salvo algunas excepciones como la que vivimos en el Festival de Sitges 2017 donde se proyectó A Bride for Rip Van Winkle (2016). 3 años después de Last Letter (2020), Shunji Iwai arremete con, quizás, uno de sus proyectos más ambiciosos como es Kyrie No Uta (2023).

En el gran terremoto sufrido en el este de Japón en 2011, una niña llamada Ruka pierde a su familia quedándose muda debido al traumático suceso. Sin embargo, puede hacerse oír cuando canta. Años después, Ruka se convierte en Kyrie, una cantante que actúa por las calles de Tokyo. Allí se encontrará de casualidad con una vieja amiga, Maori, ahora apodada Ikko, la cual le ofrece ser su representante musical.


Aclarar, antes de empezar, que la presente crítica valora la versión original de la película cuya duración es de 3 horas, la cual se estrenó en Japón el pasado 13 de octubre de 2023. En unos párrafos hablaré de los diferentes montajes que ha tenido el filme.

Kyrie No Uta nos devuelve al Iwai más descarnado y cruel. Aquel que es capaz de llevarte por una montaña rusa de emociones, a un viaje que encuentra la belleza y el mayor dolor. A opinión personal encuentro a Kyrie el trabajo más redondo y poderoso realizado por su director en estos últimos 20 años. Se trata de un filme donde encontramos las habituales obsesiones de su cine como es el protagonismo de jóvenes y su infructuosa búsqueda de esperanza y futuro en el Japón actual o la fuerte presencia de la música como elemento sanador y balsámico del alma. La música siempre ha tenido una presencia importante en el cine de Iwai pero esta es la primera vez que una película suya se centra en la vida y dificultades de una cantante. Lo más parecido visto hasta el momento había sido la recomendable Bandage (2010) en donde Iwai ejerció de guionista y productor.

Kyrie
sirve además como grito de auxilio y de furia hacia todo lo acontecido en el trágico terremoto (y posterior tsunami) de Fukushima en 2011. Un desastre al que Iwai pilló muy de cerca, ya que su ciudad natal es Miyagi, colindante con Fukushima. El director ya abordó el trauma de lo ocurrido en ciertas ocasiones como en el documental Friends After 3.11 (2011), realizado poco después del suceso donde visitaba varios lugares afectados por la destrucción. En Kyrie seguimos las vicisitudes de Ruka y cómo la tragedia la afecta de manera muy profunda, perdiendo a su familia en el desastre y viéndose en la intemperie a lo largo de los años, abandonada a su vez por la inoperancia de los servicios sociales del país. Una crítica brutal y dura hacia el propio sistema japonés incapaz de solventar tal situación, agravando además la pesadilla de su protagonista la cual es arrancada una y otra vez de lo poco que conserva de su desaparecida familia. Así, el sistema es presentado en todo momento en el filme como un obstáculo de los verdaderos deseos de los protagonistas, desde Ruka siendo llevada a una familia adoptiva en la que no es bienvenida hasta las fuerzas policiales que intentan detener el festival musical que vemos al final del filme.


Kyrie
resulta conmovedora en su plasmación de estos personajes outsider, los apartados del sistema, aquellos que no encajan en el modelo tan cuadriculado del sistema japonés y que, por no pertenecer a ello, son relegados a su suerte en un viaje hacia la intemperie y con destino incierto. No dejé de acordarme del fenómeno, ahora viral, de los Toyoko Kids, aquellos muchachos, la mayoría menores de edad y que viven en la calle en pleno centro de Tokyo, malviviendo y sin apenas recursos. 

La estructura del filme, de montaje no lineal, y que sigue varias lineas de tiempo en paralelo (2011, 2018 y 2021), resulta seductora en su manera de mantener atento en todo momento al espectador, viendo cómo las diferentes capas de la historia se van resolviendo en una suerte de puzzle emocional para sus protagonistas. El reparto resulta espléndido en general. Aina the End se incorpora a ese ya largo y enorme legado de actrices femeninas que han pasado por el cine de Iwai. Sin duda el director es un hacha a la hora de escoger nuevos rostros. Aina the End es una cantante japonesa, fundadora del grupo idol pop Bish y desde 2021 dedicada a su carrera en solitario con un tercer álbum a punto de salir en unos días, a fecha de escritura. 

Sin duda, Aina, aún a pesar de ser prácticamente una debutante y ser su primer papel protagónico realiza una interpretación excelente. Muy convincente y emocionante plasmación de esta muchacha, incapaz de hablar pero sí de expresar sus sentimientos y emociones a través de la música. Además, atreviéndose con un doble papel al interpretar también a la hermana mayor de su personaje. Todo un desafío que se salda con muy buena nota. Por otro lado, cabe avisar que la voz de Aina resulta bastante peculiar, de carácter ronco y que puede generar fácilmente cierto rechazo. Algo a lo que se tiene uno que acostumbrar y más con los muy numerosos momentos en que la muchacha canta en la película.


Tras Last Letter, Suzu Hirose repite con Iwai con un personaje despreocupado pero roto, envuelto en el misterio y en el que de nuevo la actriz salda con un trabajo lleno de luz y personalidad. Siempre es un placer ver a Hirose y más con un personaje como el de Ikko/Maori, convertida en, precisamente lo que odiaba de adolescente y veía en su madre como es utilizar sus encantos femeninos para aprovecharse del dinero de diversos hombres. La relación de amistad que se genera entre ella y Kyrie es uno de los corazones del presente filme. Destacar a su vez la interpretación de Hokuto Matsumura, también cantante a la vez de actor en la vida real y quien interpreta a Natsuhiko, antiguo prometido de la hermana mayor de Ruka, convirtiéndose en una especie de tutor/hermano mayor para ella. Un personaje marcado por la tragedia, los errores y que a medida que avanza el filme más hundido parece. Los momentos en que Aina y él comparten escena brillan marcando una buena química entre ambos. 

Iwai, junto a su habitual colaborador Takeshi Kobayashi, vuelven a encargarse de la composición musical, volviendo a esas atmósferas melancólicas donde el piano y la guitarra son bien presentes. De nuevo, una maravilla de banda sonora que te acompaña en los sucesos y emociones de la película. Parte de las canciones también son de un buen nivel, todas ellas compuestas por la propia Aina the End y donde destaca "Awaremino Sannka", sin duda un autentico bombazo, emocionante, desgarrador. Todo un grito de rabia por parte de aquellos afectados y abandonados a su suerte tras la tragedia de Fukushima. Una canción que se presenta desnuda y construyéndose poco a poco a lo largo del último tramo del filme y que explota en todo su esplendor y de manera emocionante en el clímax final. Si bien y pese a su calidad, tanto la banda sonora como las diversas canciones pueden resultar excesivas para el espectador por su constante presencia, algo por otro lado bastante habitual en el cine de Iwai.

Respecto al aspecto visual de Kyrie, su director no ha perdido el toque a la hora de generar sus “momentos Iwai”, como he mencionado en alguna crítica de su filmografía. Esas instantáneas que resultan de una belleza acongojante en su mix de plasmar el dolor, el amor siendo combinadas con la música y una plasmación visual casi mágica y que resultan inolvidables. El lenguaje formal y uso de la narrativa visual en Kyrie resulta de lo más contundente pudiendo destacar multitud de momentos en ese sentido. El acongojante momento de la llegada del terremoto vivido desde el punto de vista de Kyrie (la hermana mayor de Ruka) y la posterior búsqueda de ella hacia su hermana pequeña. Escena coronada con un bellísimo plano a cámara lenta de las dos, en un puente, con un riachuelo de fondo y el sol en plenitud, con la música en todo su esplendor. Dicho momento es encadenado con un fantasmagórico y deformado plano en blanco y negro del océano. No hace falta más.


La maravillosa escena de Kyrie/Ruka junto a Maori en la playa, mirando al mar y Kyrie bailando ballet a la vez que canta una canción dedicada a su amiga mientras ella no puede evitar las lágrimas, fruto de un dolor interno que somos incapaces de comprender del todo. El emocionante clímax con Kyrie/Ruka dándolo todo en el escenario, expresando y resumiendo todas las emociones vividas a lo largo de su vida. O la escena final, con Maori y Ruka en la nieve, provista de un elemento fantasmagórico excelente. De nuevo la cámara de Iwai danza sobre sus personajes, se acerca a ellos de manera natural haciendo partícipe al espectador de su mundo privado.

Llama la atención a su vez que la película está provista de una fuerte simbología religiosa cristiana la cual resulta muy interesante. Así lo muestra el carácter religioso de la familia de Ruka, el refugio de la pequeña en la iglesia, el carácter casi mesiánico que se le otorga a Kyrie/Ruka, el peso que carga en todo momento (no solo emocional sino físico con su guitarra y maletas a cuestas) o que su música consigue liberar emociones y conmover. Contar además con la fuerte presencia en diversos momentos catárticos de la canción "Christ ist erstanden", un himno a la resurrección de Cristo. Resulta un elemento bien interesante y no demasiado habitual en el cine de Iwai, a lo sumo referenciado en diversos momentos de Picnic (1996).

En definitiva, Kyrie No Uta (2023) es una cinta bien notable y uno de los mejores trabajos que Shunji Iwai ha realizado en estos últimos años. Una cinta emocionalmente contundente, desgarradora, sin concesiones pero combinada con la belleza más pura. Una belleza encontrada en una música en su forma más pura, sin adulterar y unos personajes en busca de la felicidad, aunque hayan perdido la esperanza en el camino. Redonda en su plasmación de su personaje principal, una Kyrie/Ruka en pleno trauma pero que en su camino aprende a sobrevivir por ella misma, decidida a deambular por el mundo acompañada de su guitarra. Reminiscente en ocasiones a su cine de los 90 (el aspecto de Kyrie rememora a Chara en Picnic). Así, Kyrie No Uta es una cinta de lo más recomendable, seductora en su estructura no lineal, llena de momentos a recordar por su carga emocional y visual, aderezada con un reparto de lo más interesante y con una fuerte carga de crítica social, muy conveniente, a sus espaldas. Resulta frustrante el poquísimo ruido que el filme ha despertado allende las fronteras japonesas quedándose como un pequeño tesoro al que parece que solo unos pocos hemos podido acceder.

Respecto a premios recibidos hasta el momento el filme ha tenido varias nominaciones como a "Mejor banda sonora" en los Premios de la Academia Japonesa o "Mejor película" en los Nippon Cinema Award. Habiendo recibido, hasta el momento, el premio a "Newcomer of the year" para Aina the End en los Premios de la Academia Japonesa. Bien merecido.


Los montajes


De cara a diversos festivales de occidente se ha realizado una versión reducida de 2 horas que, aunque recomendable, pega un buen tijeretazo a largos tramos del filme. La mayor perjudicada es el personaje de Suzu Hirose, donde perdemos el 95% de las escenas centradas en su pasado, su preparación para el examen de la universidad y cómo entabla relación con Natsuhiko y Ruka. Así también, la prueba que Ruka realiza en una discográfica o la desagradable escena de su intento de violación por parte de uno de los ligues de Maori/Ikko también son cortadas. Queda una versión que aunque es disfrutable, resulta muy evidente que el trasfondo de sus personajes principales queda muy cojo.

Debido a la ingente cantidad de material rodado por Iwai también disponemos de un montaje de nada más y nada menos que de 5 horas y media, que en el presente verano de 2024 ha sido estrenado en la televisión japonesa en la forma de una serie dividida en 10 episodios. Dicha versión está realizada en gran parte siguiendo un montaje lineal, centrándose debidamente en cada uno de los aspectos de cada personaje, dotando de aún más profundidad en el trasfondo emocional de cada uno de ellos. Si bien, en dicho montaje nos encontramos con las actuaciones musicales completas y que en el montaje original de 3 horas son reducidas adecuadamente. Algo que, a mi parecer, resulta definitivamente excesivo. Un ejemplo es el primer episodio de la serie, en el cual la mitad del mismo (15 minutos) está dedicado a dos actuaciones callejeras de un señor junto a la pequeña Ruka y que se hacen un poco exasperantes. O la prueba completa que Ruka/Kyrie realiza en una discográfica. 10 minutos seguidos escuchando a Aina the End. En el festival de música callejera final escuchamos/vemos casi 15 minutos de los demás participantes del evento. 

Si restamos los créditos iniciales y finales de cada episodio (un total de unos 40 min) y los añadidos de las actuaciones musicales (unos 45 min aprox), eso nos deja aproximadamente algo más de 1 hora de escenas nuevas o ampliadas. Los casos más sangrantes de escenas que han sido eliminadas y no vemos en el montaje de 3 horas son, por ejemplo, ese primer momento de intimidad entre Kyrie y Natsuhiko en la casa de éste. Tumbados sobre una mesa con la cámara volando alrededor de ellos, siendo un momento bellísimo y muy delicado. O esa conversación entre Ruka y Natsuhiko en donde ella explica de forma despreocupada y decidida la manera qué tiene de vivir actualmente. Durmiendo en trenes, duchándose en ciber cafés... alegando ser algo divertido. Es un montaje muy recomendable, excesivo, extasiante para aquellos completistas que deseen profundizar todavía más en la historia. A opinión personal de los 3 montajes me quedo sin duda con el original, el estrenado en Japón de 3 horas, el cual encuentro más redondo y seductor en su montaje no lineal.


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