Vivimos en un mundo que aún a pesar de la superpoblación, uno no puede evitar sentirse solo en medio de la jungla de asfalto. Las redes sociales entre otros medios despersonalizados sirven como válvula para sentir algo de calor humano de entre una vida fría y solitaria.
Rent-A-Pal (2020) viene a enseñarnos que la búsqueda del amor a través de métodos pintorescos no es una cosa del Siglo XXI.
Rent-A-Pal, viene dirigida por Jon Stevenson y está ambientada en 1990. Un soltero solitario llamado David busca la manera de escapar del aburrimiento diario que le supone cuidar de su madre anciana. Un día descubre por accidente una extraña cinta de vídeo llamada Rent-A-Pal presentada por el carismático Andy. Esta ofrece todo lo que David necesita: compañía, compasión y amistad. Sin embargo, su relación tiene un coste mucho más alto de lo que él está dispuesto a pagar.
Rent-A-Pal logra crear cierta atmósfera raruna ayudado por esos ambientes cuasi rurales y sucios y especialmente por la interpretación de un misterioso, psicópata pero tierno Brian Landis Folkins, quien interpreta al sufrido David y aguanta sobre sus hombros, y con nota, el peso de la historia. La idea de la existencia de una empresa de video que te ayuda a buscar pareja me parece bien curiosa y sirve bien como excusa para utilizar un elemento como es el VHS en la trama. Una herramienta bien agradecida para los nostálgicos. El film logra crear cierto mal rollo e incomodidad desde el momento que David se empieza a obsesionar y tener una gran dependencia hacia Andy (un odioso y muy acertado Wil Wheaton), el protagonista de la cinta Rent-A-Pal y quien se convierte en su único y mejor amigo durante el film aunque dicha dependencia le arruine las relaciones con las personas reales. Rent-A-Pal se sirve de ideas curiosas e interesantes en su estudio de la soledad humana, la desgracia y las herramientas para combatirla llevando a un estado de degeneración humana al enfrentarse con la cruda realidad. Así, el film, todo y su muy interesante propuesta y fascinante interpretación de Landis no logra despegar del todo por un metraje algo lento y que tampoco da pie a avanzar en exceso. Stevenson, quizás consciente de ello, se decide por un clímax final excesivo y sangriento que no pega ni con cola con el tono en el que estaba cabalgando el film, todo él muy equilibrado. Una curiosidad de film, pese a todo.
La
home invasion nos ha dado bastantes alegrías en el género desde los tiempos de
Funny Games (1997) hasta la estupenda
Secuestrados (2010) de
Miguel Ángel Vivas.
The Owners (2020) viene a ser una nueva vuelta de tuerca al asunto. Una producción llegada desde EEUU y dirigida por
Julius Berg, quien llegado del mundo de las
TV-Series, viene a ser su debut en el largometraje para cines. El film, además, supone un aliciente al fan de
Juego de tronos (serie que, por pereza, no he visto) ya que aparece una de las actrices de su reparto;
Maisie Williams.
The Owners está ambientada en la Inglaterra rural, a principios de los noventa. Los amigos de la infancia Nathan y Terry son inducidos por el sociópata local para robar a los Huggins, un médico anciano y su esposa. La novia de Nathan, Mary, está totalmente en contra del plan, pero al cabo de unas horas se encuentra en el caserón, al lado de la caja fuerte del sótano y de una panda de individuos, a cual más sospechoso.
The Owners no viene a cambiar la historia del género pero reconozco que me ha sabido mantener la atención bien despierta durante todo el metraje. Su vuelta de tuerca a mitad de película me hizo especial gracia y como no sabia absolutamente nada del argumento me pilló algo desprevenido. Este "girito" levanta una película que se preveía soporífera y trillada en sus primeros 20 minutos por culpa de unos personajes bastante odiosos que, por suerte, se acaban reconduciendo hacia otros terrenos. Como reza el argumento,
The Owners está ambientada en los 90, aunque más allá de las coñas con esos móbiles gigantescos de la época, poco partido más se le saca a este periodo histórico.
The Owners, es una entretenidilla cinta de invasiones en mansiones y asesinatos que se toma con buen humor, histrionismo buscado y exagerados momentos con una trama que se toma una particular revancha contra la generación adolescente. Además, su resolución final tiene un fuerte componente "mal rollero" que agradecí.
Como comenté en la crítica de
Sale el dragón, entra el tigre (1976), la
Bruceplotation es un género que me fascina por su absoluta desvergüenza al canibalizar la imagen y el recuerdo de
Bruce Lee. Este año la sala
Brigadoon nos ofrecía un ciclo de 7 películas sobre los clones de
Lee y
La saga de Bruce Lee (1980) era una de las que tenía más mitificadas por su argumento. En ésta, los productores no solamente tenían la poca vergüenza de engañar al espectador con el
Bruce Li o el
Bruce Le de turno sino que en el film que nos ocupa se sacan de la chistera a tres clones haciendo de las suyas. Un divertimento Z absoluto.
En el film,
Bruce Lee esta muerto y las primeras personas en saberlo es el servicio secreto británico. El profesor Lencor es el único hombre capaz de extraer células vivas del cerebro de
Bruce así que se dirige al hospital para extraerlas y crear 3 clónicos en acuerdo con los servicios secretos británicos. Los clones son creados y aprenden rápidamente artes marciales, de inmediato se les manda a diferentes misiones para combatir el mal.
La saga de Bruce Lee (1980) es Serie Z de la buena. De un argumento tan loco como el del malvado e histriónico mad doctor (el cual no deja de reírse sonoramente) rodeado de tres imitadores de Bruce Lee quienes cual Equipo A se dedicarán a resolver misiones de diversa índole solo puedes sentarte y disfrutar. O sufrir más bien, porque esta producción de Hong Kong con numerosas escenas en Tailandia tiene una factura paupérrima y momentos de "verguenzilla" ajena. Puro exploit.
Para la ocasión tenemos a
Dragon Lee, Bruce Le y
Bruce Lai demostrando sus cualidades marciales (bastante buenas, todo sea dicho) aunque la demostración sin fin de los
tics de
Bruce Lee, "grititos" incluídos, resulta hilarante. Más delirante resulta esa escena sin venir a cuento (que me hizo levantar el interés) de una docena de tailandesas corriendo por la playa a cámara lenta como dios las trajo al mundo y embadurnándose de crema al sol con el operador de cámara deleitándose con los cuerpos de las féminas mientras
Bruce 2 y
Bruce 3 las miran en la lejanía con un minúsculo bañador . Poco después uno de los clones de
Lee se encuentra con otra moza en cueros en su cama aunque con peligrosas intenciones. Nudismo, artes marciales,
mad doctors, entrenamientos interminables... El conjunto es tan psicotrónico e hilarante como difícil de aguantar. Pese a todo, es uno de los mejores ejemplos de lo que significó la
Bruceplotation junto a los clásicos
Sale el dragón, entra el tigre (1976),
Juego con la muerte (1978) o
El dragón ataca (1977) donde
Bruce Leung viajaba al infierno y se enfrentaba a
Zatoichi, Popeye, James Bond o
Emmanuelle. Canela en rama.
Llegando por los pelos a la tempranera sesión despertador en la
Sala Tramuntana (ver una película a las 8:15h de la mañana es lo que tiene) me dispuse a enfrentarme a una propuesta tan peculiar y marciana como la de
Fried Barry (2020). ¿Genialidad o tomadura de pelo?
Barry es un drogadicto que es abducido por extraterrestres después de una de sus habituales juergas. El propio Barry se convierte en un pasajero de sí mismo cuando un alienígena asume el control de su cuerpo y lo lleva a dar un paseo por Ciudad del Cabo.
Fried Barry nos viene desde un lugar tan exótico como Sudáfrica.
Ryan Krueger, el director del film, juega al exceso, a lo grotesco y el regodeo en la fealdad ayudado por un sugerente y monstruoso
Gary Green quien una vez poseído por una entidad extraterrestre se dedica a descubrir como viven los humanos encontrándose con drogas, "discotequeo", prostitución, secuestro infantil y más y más violencia. Una dosis de realidad, vamos. El film resulta un festival algo agotador por plantear su montaje a mil por hora, como si de un chute de
speed se tratara pero destaca por su dirección artística llenando la pantalla de arriesgados planos, música electrónica y mucha luz de neón.
Fried Barry ofrece algunos momentos sorprendentes, surreales y violentos como ese parto estrambótico e instántaneo de una simpática prostituta o momentos que acercan al alienígena a sentimientos humanos como cuando rescata a un grupo de niños, secuestrados por un tarado.
Fried Barry resulta toda una experiencia, fascinante pero agotadora y excesiva que, aún cayéndome en gracia, no aguanta un segundo visionado.
Desde Inglaterra,
Christopher Smith destaca por ofrecer en su filmografía numerosos
films de género como la recordada aunque irregular
Creep (2004) y la muy entretenida
Desmembrados (2006). Ahora,
Smith vuelve a la carga con
The Banishing (2020), cinta gótica fantasmal con peso religioso que intenta acercarse, sin éxito, a
James Wan y todo el terror fantasmal de la última década.
Cuenta la historia de una casa encantada en la Inglaterra de los años 30. Un reverendo, junto a su mujer e hija, decide mudarse a esta mansión consciente de que ésta oculta un terrible secreto.
The Banishing cuenta la misma historia de siempre: una mansión que arrastra una maldición de carácter fantasmal, la niña pequeña que entabla una relación más cercana con la fantasma, la religión como fuente de terrores y maldiciones... A su favor, el film está narrado con elegancia y su ambientación gótica siempre es agradecida, tanto como que la historia estuviera situada a finales de los años 30 con el terror nazi cerniéndose sobre Inglaterra así como el papel de la iglesia en el asunto siendo, esto, un motivo de peso en el argumento. Desgraciadamente, The Banishing es lenta, poco apasionante y su argumento además de trillado está llevado con mareo y confusión. Sus personajes resultan acartonados y poco creíbles como el cura del pueblo interpretado por un "casi-bizco" John Heffernan. Destaco de todo el embrollo el protagónico de Jessica Brown Findlay, quien cada vez que aparecía en pantalla me hacía levantar las cejas por motivos evidentes aunque hubiera veces que la muchacha ponía cara de no saber en que película se encontraba.
The Banishing no aprovecha algunas ideas a primera vista truculentas e interesantes como el pasado de la mansión, el antiguo manicomio o el porqué la iglesia está involucrada en todo el embrollo siendo su resolución final al misterio confusa, poco clara y desilusionante.
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