CRÍTICAS PELÍCULAS

domingo, 27 de septiembre de 2020

AUGUST IN THE WATER (1995)

Sogo Ishii comenzó su andadura como director a finales de los 70 y pronto destacó por propuestas fílmicas de sentimiento punk, contestatarias y radicales. Catalizador de la furia de la juventud japonesa de los 70 en films como Panic High School (1978) o Crazy Thunder Road (1980) a la parodia de la nueva familia japonesa bizarra y loquísima de The Crazy Family (1983). A mediados de los 90, Ishii, pareció calmar su furia nihilista durante unos años para proponer varios ejercicios de cine cuasi espiritual y new age. Aunque el director volvió por sus fueros con películas como Electric Dragon 80.000V (2001) donde convertía al bueno de Tadanobu Asano en una especie de superhéroe electrificado guitarra en mano. En 1995, Ishii realizó una propuesta tan atípica como August in the water (1995) en el que proponía una mezcla insólita de espiritualidad, romance adolescente, misterios a lo Dimensión Desconocida, muestrario de saltos de natación, conversaciones con el cosmos en general y con delfines en particular. Todo en uno. El film cuenta el acercamiento sentimental entre los adolescentes Izumi y Mao. Ella es una joven dedicada a la competición de salto en trampolín. Tras un incidente en una competición, Izumi cambia totalmente y empieza a sentir ciertos poderes sensoriales además de una fuerte conexión con el universo.

El envoltorio de August in the water (1995) como producto teen con romance y algo de fantasía engaña al espectador encontrándose éste con un film difícil en tono y ritmo que dificulta entrar en la historia. Una vez comprendido el juego que ofrece la película, ésta te envuelve en un fascinante tono muy atmosférico, sutil y sobrenatural. Un cuento sobre cómo estamos conectados con todas las cosas que nos rodean en este mundo y con el propio cosmos. El film cuenta con mucha sutileza y parsimonia narrativa elementos de ciencia ficción muy interesantes empezando por el desencadenante de todos los extraños acontecimientos: la caída de un meteorito en un bosque cercano al pueblo de los protagonistas. 
Dicha caída espacial ocasiona una serie de fenómenos como una extraña enfermedad que hace que de repente tus músculos se vuelvan rígidos como una piedra. En ese sentido resultan misteriosos esos planos urbanos donde se remarca el calor infernal que azota el pueblo mientras vemos cuerpos de transeúntes cayendo desplomados en plena calle. Estos hechos extraños van creciendo en intensidad (y poco a poco) a medida que avanza el metraje creando una correcta sensación de extrañeza. Antes de eso y en el primer tercio del film, la historia se centra (aunque retratado de una manera consecuente con el tono del film) en el inocente y tierno romance adolescente entre sus protagonistas (triángulo amoroso incluido) que ayuda a empatizar con los personajes una vez se desate el gran cambio del film. El punto de inflexión tanto en la trama como en la tierna relación entre nuestros protagonistas sucede en una de las competiciones de salto olímpico de la muchacha. Una escena tensa ya que en uno de esos jueguecillos de adivinación tan típicos en el instituto se prevé que un horrible accidente le sucederá a la buena de Izumi. La tensión es creciente no solamente por este hecho sino por la decisión de Ishii de meternos casi diez minutos de escenas de saltos en trampolín (ayudado por unos rápidos travelling). Una escena extraña que culmina con el trágico accidente de Izumi, dejándola en coma para poco después volver a la consciencia aunque notablemente cambiada. Ahora, la muchacha sentirá el poder de todo lo que nos rodea, la naturaleza y el universo. 

Esta aura de misticismo y proximidad de un apocalipsis recoge la corriente fílmica japonesa en el que se retrataba la ansiedad por la llegada del año 2000 y la posibilidad de la llegada del fin del mundo o por lo menos un notorio cambio social/tecnológico que nos llevaría a la decadencia como especie (a mi parecer, se está cumpliendo a la perfección). Estas ansiedades se encuentran en numerosos films japoneses de los 90 aunque en August in the Water, el fin del mundo está planteado como la urgente necesidad de "nosotros" (como humanidad) de mirar hacia dentro y estar más en sintonía con la naturaleza que nos rodea, estar más en conexión con el planeta. De lo contrario, el propio universo podría acabar con nosotros dándole al botón de reset.
Izumi es una adicta al agua y a los saltos en piscina.

Mao queda subyugado por sus encantos.

Pero Izumi sufre un extraño accidente en una competición.

A partir de entonces se comporta de manera extraña. Hasta habla con delfines.

Izumi en conexión con el universo.

August in the Water (1995) es un film que no destaca por ofrecer grandes aspavientos en pro del espectáculo, siendo poco complaciente con el espectador en ritmo. Al contrario, la película logra introducirte en una atmósfera cuasi onírica, lenta pero absorbente en ese mundo lleno de fenómenos extraños, conexión con el más allá ayudado por una fascinante banda sonora que acaba por hechizarte en el tono del film. El tramo final logra elevar el nivel general de la obra, resolviendo el conflicto con una lluvia torrencial que invade al pueblo y a los protagonistas. Es de destacar el bonito y atmosférico clímax del film, ambientado en un futuro misterioso donde el destino de los protagonistas se resuelve por medio de unas imágenes de una composición y simbolismo excelente.


A nivel de dirección, Sogo Ishii opta por mezclar una narrativa y opción de planos contemplativos y pausados a la vez que nos golpea con movimientos de cámara rápidos y sorprendentes con el tono del film con travellings o la cámara en mano como ese excelente momento desde el tejado de un edificio donde Izumi y Mao contemplan una ceremonia tradicional del poblado. Además ofrece la desaparición de uno de los personajes, atravesando un rio, que me pareció de una fuerza onírica conmovedora y muy conseguida por su sutilidad. Izumi y Mao están interpretados por Rena Komine y Shinsuke Aoki, respectivamente, los cuales no acaban por destacar aunque Komine si que me pareció un rostro fresco a tener en cuenta. Ishii volvió a contar con ella para el siguiente film del director, El laberinto de los sueños (1997) donde compartía protagónico con Tadabonu Asano.

August in the Water (1995) ofrece comedieta adolescente bobalicona y romance que va tornándose seriamente en una experiencia absorbente con conexiones con el cosmos, misticismo, fenómenos extraños, que hay detrás del sentido de la vida y el universo, meteoritos y explosiones de supernovas. Todo en un tono muy sugerente, lento, contemplativo y que puede hacer perder la paciencia del más nervioso espectador pero su mezcla de cine teen, Twilight Zone y espiritualidad me resultaron muy disfrutables en una obra que destaca por derecho propio como una propuesta diferente dentro del circuito comercial japonés de la época. Una sorpresa.

Como curiosidad, en 1998 se realizó una Tv-Movie basándose en el film y titulado Fishes in August donde el protagonismo recaía en Ayumi Ito (Swallowtail Butterfly, Todo sobre Lily...). Dicha TV-Movie gozó de una excelente aceptación.

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