CRÍTICAS PELÍCULAS

viernes, 17 de julio de 2020

CRÓNICAS DE SITGES 2019 (2/3)


El cine japonés nunca deja de sorprenderme. No importa que haya visto casi un millar de películas del país nipón. Japón tiene la capacidad inimitable (y por eso los adoro por encima de todas las cosas) de retorcer las tramas, pautas estilísticas y tópicos de una manera que no te esperas, tal y como me pasó con We are Little Zombies (2019).

El film da inicio con cuatro niños desconocidos los cuales se conocen en un crematorio. Todos sus padres están muertos, pero ninguno de ellos ha derramado una lágrima. Son como zombies, sin emociones. A sus trece años de edad, sin futuro, sueños y sin poder seguir adelante, deciden formar una banda de rock, los "Little Zombies".

We are Little Zombies es la ópera prima de Makoto Nagahisa y resulta una experiencia única, excesiva y refrescante. El hilo que sigue el film reposa sobre las vivencias de 4 huérfanos unidos por la casualidad. Niños que no sienten encajar en esta sociedad hipermoderna donde parece primar la velocidad, la adicción digital y donde el amor y el cariño brillan por su ausencia. La película te rompe todos los esquemas al apostar por un ejercicio visual apabullante aunque a ratos agotador y agobiante pero novedoso y único con un montaje a mil por hora, música midi, entornos de 8-bits y surrealismo visual vario. Un conjunto donde no se evita el humor negro y una profundidad temática bien interesante tratando la depresión infantil, el desamparo de éstos en la sociedad actual, la poca perspectiva de futuro, la desconfianza hacia los adultos, entre otros.

Makoto Nagahisa, el director del film
Me hizo mucha gracia que el protagonista, Hikari, sea un adicto a los videojuegos y a la Game Boy y tanto la banda sonora de la película así como las canciones de la banda "Little Zombies" se utilizan sonidos de dicha consola. Me identifiqué con todo ese entorno videojueguil ya que uno de mis primos, forma parte de un dúo musical donde utilizan sonidos de Game Boy como base para sus canciones (hay de todo en esta vida), llamado Llança Sosun i Kaguda Yura. Toda una propuesta musical divertida y marciana.

Tras este momento de autobombo, seguimos con la estupenda We are little Zombies. El film, como comento, es una experiencia que te abruma y golpea los sentidos, con algunos cameos sorprendentes (como el de Rinko Kikuchi). El camino que emprenden sus 4 protagonistas para superar su duelo y autodescubrir lo que es sentirse vivos se hace algo alargado y extenuante pero la experiencia es sorprendente, rompedora y única. Un buen descubrimiento. Desde ya, mi película japonesa favorita de este 2019.

Parece que mi entusiasmo por la película no fue compartido por algunos de los presentes en la tempranera sesión de la Sala Tramuntana, donde (en un momento que hay un falso final del film) algunos de los presentes se levantaron ansiosos para correr a la cola de la siguiente película dándose cuenta que la historia de We are Little Zombies continuaba, por lo menos unos 20 minutos más. Esto es un problema, ¿Qué placer puedes sacar de un Festival de cine si vas a las sesiones con la ansiedad de ver el máximo de películas posible sin tiempo a saborearlas? En fin. We are Little Zombies (2019) es una joyita imprevisible y que el tiempo pondrá en su sitio. Ya tengo las canciones del joven grupo del film en mi listado de Spotify.



The Gangster, the Cop, the Devil (2019) es la segunda película en el Festival con Ma Dong Seok de protagónico tras Unstoppable y he de decir que la experiencia ha sido mucho mejor que con ésta última. En el film, un jefe de la mafia (Dong Seok) y un oficial de policía (Kim Moo Yeol) tendrán que dejar a un lado sus diferencias para unirse en la persecución de un asesino en serie de nombre K.

The Gangster, the Cop and the Devil es un thriller coreano en toda regla. Un film vibrante y cuya trama, aunque algo “increíble” te engancha desde el primer momento (por lo visto está basado en hechos reales ocurridos en Corea a principios de los 90). Que la policía coreana y la mafia unan fuerzas contra un asesino que está afectando a las dos partes proporciona buenos momentos tanto de comedia como de posibles traiciones entre los bandos. En eso ayuda los papeles protagonistas de un inmenso Dong Seok y un muy correcto Moo Yeol (quien hemos podido ver en numerosos éxitos coreanos como Guerra de Flechas (2011), A muse (2012) o Forgotten (2017)). El film pese a algunos momentos de confusión, mareo argumental y proliferación de personajes se convierte decididamente en un vehículo de acción y suspense muy notable con excelentes momentos de acción y persecuciones que te dejaran con la boca abierta y el corazón en un puño esperando a ver como se soluciona el desaguisado. Lee Won-Tae dirige este thriller de forma muy efectiva y notable. Sin ser la panacea es una de las películas coreanas del año.

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