CRÍTICAS PELÍCULAS

miércoles, 16 de junio de 2021

PARÁSITOS (2019)


Que se puede añadir a estas alturas a una película de la que se ha oído tanto hablar en el último año como Parásitos (2019). La última película, hasta el momento, de Bong Joon-Ho consiguió lo inimaginable. Tras despegar con éxito al ganar la prestigiosa "Palma de oro" del "Festival de Cannes", el film arrasó, imparable, con todos los premios habidos y por haber. La noche del 9 de febrero de 2020, en la "92a edición de los Oscar", los fans del cine asiático en general y del coreano en particular nos saltaron lágrimas en los ojos al ver como la obra de Joon-Ho se llevaba, para sorpresa de todo el mundo, hasta cuatro estatuillas: "Mejor película de habla no inglesa", "Mejor guión", "Mejor director" y "Mejor película". Un triunfo absoluto, que encima coincidía con la conmemoración del primer centenario del cine coreano, en un año donde la competencia era dura con películas como El irlandés de Martin Scorsese, Érase una vez en Hollywood de Quentin Tarantino o Joker.

Parásitos (2019) supone una culminación, celebración y depuración del estilo tan personal que Bong Joon-Ho lleva realizando desde finales de los 90. Una forma de hacer cine que ya apuntaba maneras desde sus inicios con la cínica y negra comedia Perro ladrador, poco mordedor (2000) y que acabaría explotando en la excelente Memories of Murder (2003) o la monstruosa The Host (2006). Cintas en las que se acudían a géneros mal llamados populares, el thriller y el Kaiju Eiga, en este caso, pero que al pasar por el filtro de Joon-Ho eran convertidos en otra cosa, igual de estimulante, despojándolos de tópicos, llevándolo por caminos novedosos y ganando en comentario social y crítico. La carrera de Bong Joon-Ho es una de las más coherentes y estimulantes del cine reciente. Mother (2008) suponía un regreso al thriller y Snowpiercer (2013) una, a ratos, apasionante ciencia ficción con herencia de cómic europeo y que ya lo juntaba con grandes nombres occidentales como Ed Harris o Tilda Swinton, la cual repitió con el director con la muy notable Okja (2017).

Parásitos es su regreso, tras 11 años, a un equipo enteramente coreano con una producción que, de nuevo, apunta a la crónica social como son las claras diferencias entre clases económicas. Una problemática que, aunque podamos pensar que es algo más perteneciente a épocas pasadas, (recordemos en la Edad Medieval, la disposición de un poblado, con el castillo del todopoderoso rey destacando en el centro del mismo y por encima) es una realidad actual y, a mi parecer, inmovilista. Y más en estas épocas de crisis económica donde parece separar cada vez más la línea entre ricos y pobres. 

En el film seguimos a los Park, una familia con bastantes problemas económicos y sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo, empieza a dar clases particulares en casa de la adinerada familia Kim, los Park, poco a poco comenzarán a introducirse en la vida de los Kim.

Parásitos es una muestra impecable y explosiva de la capacidad de Bong Joon-Ho para enganchar al espectador en un empaque de lujo y de carácter comercial pero que evoca al Buñuel más social, el humor negro y los giros de guión de Alfred Hitchcock o el Kurosawa de El infierno del odio (1963). La trama de la película y como ésta se va desarrollando con imprevisibles resultados es uno de sus puntos fuertes cabalgando en una amalgama de géneros que inicialmente la llevan a la comedia subversiva hasta dar un vuelco hacia el puro drama o incluso el horror sin abandonar ciertos gags de comedia absurda pero deliciosa. Unos saltos de género, por otro lado, bastante corriente en el cine de Joon-Ho. Como también plasmaba a la perfección Charles Chaplin, la realidad de nuestras vidas cabalga por la comedia y el drama de un segundo a otro, algo que parece haber tomado nota el director surcoreano.

La familia Park pasa por graves problemas monetarios.

Gi Woo consigue ser profesor de refuerzo de la hija de los millonarios Kim.

Poco a poco, la familia Park empieza a introducirse en el hogar de los Kim.

Pero las cosas darán un vuelvo inesperado.

Uno de los aspectos más interesantes del film es su coherencia entre fondo y forma. La casa de los Park representa la podredumbre en la que viven, estando ellos en un piso que ya directamente está bajo tierra. No son más que unas ratas o unos insectos. Esos maravillosos momentos de los personajes subiendo cuestas y escaleras hasta llegar a la impresionante mansión de los Kim (un decorado construido desde cero), sirven de total contrapunto a ese mundo intocable y al cual parecen no pertenecer, pero sueñan con ello. Esa traslación literal y muy visual de esos pasos por los diferentes mundos de los personajes es llevado a sus últimas consecuencias en la excelente secuencia de la lluvia donde el barrio pobre es inundado, con la familia Park corriendo por las calles como esos ratones que acaban de escapar de la gran mansión de los Kim, los cuales, en su posición, no les afecta la terrible tormenta. Dicha coherencia entre fondo y forma también se ejemplifica en la milimétrica elección de los planos y la edición tendiendo a movimientos de cámara que van de arriba a abajo y viceversa. El inicio y final del film es cíclico en ese sentido.

Respecto a la dicotomía rico/pobre, es inteligente la película en no juzgar a sus personajes, ya que se podría haber caído en la crítica fácil ("que malos son los ricos"), evitándolo y mostrándolos más como una serie de personas que simplemente viven en su propio mundo y están ajenas a lo que está ocurriendo más allá de sus cuatro paredes. Como curiosidad, el germen de la película está basada en una experiencia del propio Bong Joon-Ho, el cual en una ocasión, siendo joven, fue profesor particular del hijo de una familia adinerada.


Parásitos funciona como un reloj suizo, no solamente gracias a una dirección prodigiosa y de una matemática edición sino también por la excepcional elección de sus actores. Song Kan-Ho no necesita presentación ya que es, tal vez, mi actor coreano preferido y uno de los mejores actores a nivel mundial de estos últimos 20 años (ya ha colaborado con Joon-Ho en buena parte de su filmografía) pero le acompañan Lee Sun Kyun (A Hard Day) y Cho Yeo--Jeong (La concubina) quienes interpretan al matrimonio de clase alta, los Kim. Particularmente me han supuesto todo un descubrimiento Park So-Dam (The Priests) y Choi Woo-Sik (Train to Busan), actores de sobrada filmografía aún a pesar de su juventud pero que particularmente aquí brillan interpretando a los hijos de la familia Park.

Aún a pesar de lo maravilloso y bien orquestado de la propuesta si que encuentro que su final tiende a una sobre explicación algo innecesaria o una chocante entrega al derramamiento de sangre en su clímax y que son todo un contraste aunque, éstos, son elementos nimios y que son por intentar sacarle algo negativo a esta joya.

El éxito de Parásitos (2019) ha demostrado al público más mainstream que, tal vez, deberían fijar su mirada cinematográfica hacia otros lugares del planeta más allá de EEUU, para encontrar así propuestas diferentes, originales y que son capaces de trastocar los cimientos del cine. 

Una nueva obra maestra de un director irrepetible y muy personal. Aún sintiendo que, tal vez, su mejor trabajo es Memories of Murder (2003), Parásitos es un disfrute de principio a fin por su perfección técnica y actoral, su capacidad para agarrar al espectador y moverlo de un lado a otro por la comedia excéntrica, el drama o la violencia súbita mezclado con un más que enriquecedor comentario social lleno de detalles con mucha miga (ese olor de la pobreza que repugna al señor Kim) y que se va tornando más agria a medida que avanza.

En 2020, Bong Joon-Ho preparó una versión en blanco y negro de la película, según él, más allá de su amor por el formato, para así, recalcar más, visualmente, las diferencias de clase social de los personajes.

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