La Art Theatre Guild tuvo una importancia básica para entender el cine independiente nipón de los años 60 y 70. La ATG fue fundada por diferentes artistas en 1961, se especializó en la distribución de filmes alternativos así como en la producción de cine autóctono de carácter arriesgado y rebelde como algunos de los trabajos de Shohei Imamura, Nagisa Oshima o Akio Jissoji. Si bien, pronto se denotó un cierto espíritu cerrado a este círculo de artistas. Un ámbito selecto. Un aspecto que se denotaba, por ejemplo, en las entregas de premios anuales que la misma ATG organizaba entre sus producciones y cómo siempre acababan repartiéndose los premios los mismos de siempre.
Si bien su importancia en el cine nipón es innegable y punta de lanza de producciones la mar de interesantes y que viajaban fuera de lo establecido con propuestas atrevidas y a veces incómodas para el espectador. La ATG acabo cerrando sus puertas en 1984.
The Youth Killer (1976), es una propuesta fascinante que camina del genero criminal, al thriller, al drama juvenil con espíritu punk realizado exquisitamente. La película está basada en un suceso real ocurrido en octubre de 1974 en la prefectura de Ichihara cuando dos padres fueron asesinados a puñaladas por su hijo adolescente por oponerse a su relación con la empleada de un sex-shop. Los cuerpos fueron arrojados al río Yoro y acabaron flotando hasta la bahía de Tokyo. El muchacho fue condenado a muerte diez años después y el suceso fue novelizado por el autor Kenji Nakagami.
El filme cuenta el asesinato del joven Jun a sus padres e incapaz de soportar el peso del crimen, éste inicia un camino hacia la autodestrucción acompañado de su novia Keiko. Como dos almas sin rumbo fijo, Jun y Keiko huyen dejando atrás el desastre hacia un destino incierto.
The Youth Killer recoge esa vertiente, dentro del cine japonés de la época, de espíritu combativo y contestatario frente a lo establecido, heredado de los movimientos sociales dados en los años 60. Así el filme recoge las ansiedades de la generación post-Vietnam, la generación víctima de la crisis mundial del petróleo, de esa generación participante en los movimientos sociales utilizando el crimen real en el que está basada la película para plasmar el estado de una sociedad con unos hijos furiosos y sin perspectivas, víctimas de las miserias y corrupción de sus figuras paternas. Otro ejemplo de este fresco de la realidad social nipona lo podemos ver como, en un elemento secundario en la trama, los personajes se encuentran cerca de las obras de lo que se convertiría el aeropuerto de Narita. Una construcción que levantó numerosas manifestaciones entre la población en contra de dicho aeropuerto.
The Youth Killer recoge la relación dependiente y tóxica entre una pareja de adolescentes con una situación familiar desamparada y complicada. Su protagonista tiene una relación de puro odio contra su padre y que finiquita con el momento del asesinato. Los primeros 45 minutos del filme son sublimes en su capacidad para saber transmitir asfixia y claustrofobia optando por centrar la acción en el pequeño apartamento de los padres de Jun, lugar donde se comete el asesinato. Poderosamente impregnado de un calor sofocante, este tramo de la historia, elaborado a base de una fluida sucesión de planos cortos y generales, la mayoría del tiempo cámara en mano y sin música, provoca una sensación de desaliento, de asfixia e incluyendo incómodas referencias incestuosas entre el hijo y la madre.
Unos momentos violentos y agónicos y que siguen con la huida hacia ninguna parte del muchacho junto a Keiko. Tsutomu Tamura (guionista de Oshima) adapta a guión la novela de Nakagami creando una estructura que se divide en dos partes separadas por un maravilloso enlace entre ellas (la escena de la playa). Una primera parte con el crimen de Jun y una segunda parte centrada en la locura y autodestrucción de su protagonista. En dicha escena de la playa, Hasegawa propone un atrevido y elaborado tratamiento en donde se opta por el uso de flashbacks y secuencias experimentales que hacen dudar de la realidad (el mismo Hasegawa aparece en dicha escena de la playa haciendo de padre de un niño, una decisión que creo, no es gratuita).
Unos momentos violentos y agónicos y que siguen con la huida hacia ninguna parte del muchacho junto a Keiko. Tsutomu Tamura (guionista de Oshima) adapta a guión la novela de Nakagami creando una estructura que se divide en dos partes separadas por un maravilloso enlace entre ellas (la escena de la playa). Una primera parte con el crimen de Jun y una segunda parte centrada en la locura y autodestrucción de su protagonista. En dicha escena de la playa, Hasegawa propone un atrevido y elaborado tratamiento en donde se opta por el uso de flashbacks y secuencias experimentales que hacen dudar de la realidad (el mismo Hasegawa aparece en dicha escena de la playa haciendo de padre de un niño, una decisión que creo, no es gratuita).
Keiko y Jun son dos jóvenes con situaciones familiares complicadas... |
Jun tiene una relación complicada con su padre y éste no acepta su relación con la muchacha. |
Una discusión acalorada que acaba en crimen... |
Empieza así una huída hacia la autodestrucción. |
El filme utiliza una adecuada banda sonora con presencia de temas de inspiración folk americano setentero. Cruda e impactante, The Youth Killer es toda una sorpresa que parece estar de tapadillo dentro del cine independiente japonés de los 70. Una pieza que no hace concesiones con sus personajes, presos de una furia y rabia incontenible, frustración fruto del ambiente del que viven y sabedores, por mucho que lo odien, que son herederos de los vicios y defectos de sus progenitores. Un trabajo pesimista y oscuro. El hogar y los valores tradicionales como fuente de terror y quiebra. La historia conjunta de una pareja en huída infructuosa por una libertad que carecerán. No future for you!
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