CRÍTICAS PELÍCULAS

lunes, 21 de marzo de 2022

TYPHOON CLUB (1985)


La problemática adolescente ha sido abiertamente tratada en el cine japonés durante las últimas décadas y resulta interesante revisar la evolución del mismo y cómo se ha tratado a lo largo del tiempo en función de la época. Desde una juventud que desea separarse de la generación de sus padres, la humillación de la guerra y un Japón empobrecido en el cine de los años 50 y 60 a la incomunicación y el impacto de las nuevas tecnologías vista en los 2000. De la delincuencia juvenil de los años 80 a las consecuencias de la crisis económica en los jóvenes de los 90.

Es comúnmente citada a la década de los 80 como los años de la decadencia del cine japonés así como de la caída de los grandes estudios. Son unos años de incertidumbre donde el mercado del vídeo doméstico explota, el anime empieza a tener sus grandes éxitos pero que poco a poco comenzarán a salir nuevos autores que iluminarán de nuevo el cine nipón durante los años 90. Si bien, en esta etapa algo oscura, podemos encontrar cine bastante interesante como el que nos ocupa hoy: Typhoon Club (1985). Una de las plasmaciones más singulares e interesantes de las preocupaciones adolescentes.

En el filme, un grupo de jóvenes queda encerrado en su instituto mientras dura un potente tifón en Tokyo. En ese periodo los jóvenes se dedican a destapar sus frustraciones, y todas las dificultades que les impiden encarar con optimismo el paso a la edad adulta.

Typhoon Club viene dirigido por un director muy a tener en cuenta como es Shinji Somai, y quien en su carrera podemos encontrar trabajos como la comedia balística de yakuzas adolescente de Sailor Suit and Machine gun (1981), los amores prohibidos de Lost Chapter of Snow: Passion (1985) o el pinku-eiga de Love Hotel (1985). Aunque por su titulo parezca que nos encontremos frente a una versión muy a la japonesa de El club de los cinco (1985), Typhoon Club rápidamente se aparta de dicho referente norteamericano convirtiéndose en una experiencia que logra removerte, siendo a ratos incómoda y que te lleva hacia temas bastante poco habituales dentro del género adolescente. La relación entre sexo y muerte así como las pocas perspectivas de futuro son algunos conceptos que aborda el filme siendo el principal el duro trance hacia la pérdida de la inocencia y el paso hacia la edad adulta. Algunas ideas que se plantean si que han sido revisadas una y otra vez en el género pero pocas veces con la honestidad y atrevimiento con la que se realiza aquí juntando a unos chicos llenos de miedos y problemas, utilizando a un tifón como representación de dichos temores así como del trance que supone abandonar la niñez.

Tras una primera mitad de metraje en la que en un formato coral se nos presenta a los diferentes personajes y sus propias problemáticas personales, llega un temible ciclón que obligará a que los jovencitos convivan juntos en su instituto. Será una noche en donde compartirán sus frustraciones, temores, donde se despojarán de ataduras, explorarán su propia sexualidad y en una especie de rito se despedirán del niño que tienen dentro para así adentrarse en el terrible mundo adulto que les aguarda. La realización de Somai pese a no mostrar demasiados aspavientos técnicos si que resulta elegante y más atrevida a medida que avanza el metraje. En general, el ritmo de la película es pausado y en ciertos momentos reflexivo. El filme no deja de tensar la cuerda en todo momento poniendo a prueba al espectador con unos planos excesivamente alargados, pausas o una serie de secuencias que no pasarían el filtro de unos ojos occidentales por su incorrección pero que están cargadas de puro significado y profundidad, aunque malsana.

Momentos como el de la adolescente Rie, quien su madre ha fallecido recientemente y en un momento bastante inquietante, se introduce en el futón donde ella dormía y dentro comienza a masturbarse. En otra escena, en los pasillos del instituto, con la tormenta en su momento álgido, uno de los adolescentes (el más perturbado), persigue a Rie en un asfixiante plano secuencia e intenta violarla. La película resulta atrevida introduciendo sin ton ni son el musical, en una escena casi de videoclip idol pervertido con el grupo de teenagers danzando en ropa interior bajo la lluvia. Un momento que te deja a cuadros de buenas a primeras pero que resulta conmovedor en su plasmación de unos jóvenes conscientes de que abandonarán una etapa irrepetible y que serán abocados a un mundo hostil a partir de entonces.
Un instituto japonés como uno cualquiera.

En pleno tifón, varios compañeros se quedarán encerrados en el edificio.

Allí se liberarán de sus miedos y frustraciones.

A pesar de dichos momentos y que sin duda ponen a prueba al espectador, el filme resulta sublime en dicha representación del trance hacia el mundo adulto. Algunos no serán capaces de soportar llegar a esa nueva etapa y pondrán fin a su vida antes de que pase la noche... Typhoon Club habla de miedos. El miedo a lo desconocido, el miedo a abandonar el niño que somos y el cual no queremos que se nos vaya de las manos. Uno de los trabajos más interesantes del cine japonés de los 80 en un conjunto reflexivo y muy atrevido. Una de esas películas que si logran conectar contigo no lograrás quitártela de la cabeza.

De entre el reparto podemos destacar a Yuki Kudo, quien había aparecido un año antes en esa locura maravillosa y anárquica de Sogo Ishii llamada The Crazy Family (1984). Tomokazu Miura, y quien interpreta al profesor Umemiya, uno de los tutores de los chicos, tiene una abultada filmografía siendo muy recordado su papel de yakuza en las Outrage 1 y 2 de Takeshi Kitano.

Typhoon Club fue uno de los filmes más laureados de los ochenta en el mismo Japón y un ejemplo interesantísimo de cómo saber dar profundidad y verdad a una etapa tan complicada y muchas veces representada de manera frívola y superficial en un conjunto singular y original, de los que te llegan a las entrañas. El filme ganó premios como "Mejor actor de reparto", "Mejor actriz revelación" y "Mejor director" en el Yokohama Film Festival de 1986 así como "Mejor guión" en el Mainichi Film Concours de 1986, por poner varios ejemplos.

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