La llegada de la democracia a Corea del Sur en el año 1987 propició los cimientos de una nueva ola cinematográfica en el país que fue desarrollándose con firmeza durante los años 90 hasta explotar comercialmente a finales de la década gracias a blockbusters como Shiri (1999). La libertad proporcionada en esos años propició el desarrollo de directores que estuvieron atados durante la dictadura encontrando una nueva forma de expresar las frustraciones sociales como Im Kwon-Taek con films como La cantante de Pansori (1993) o Taebaek Sanmaek (1994) así como la entrada de nuevos directores con ideas frescas y rompedoras como Kim Ki Duk con Cocodrile (1996) o Jan Sun-Woo con la estupenda A Petal (1996). Es en esos años cuando aparece un film como Motel Cactus (1997), debut de Park Ki-Yong y que supone un acercamiento al erotismo y al estudio de las relaciones amorosas desde un prisma desesperanzador y dramático, como no podría ser de otra manera viniendo de un país como Corea del Sur.
La mayor parte de Motel Cactus (1997) ocurre entre las cuatro paredes de la habitación 407 de un motel, donde asistimos a cuatro historias separadas por el tiempo y protagonizadas por diversos encuentros sexuales entre parejas.
En la primera de las historias se profundiza en la problemática de una pareja en crisis debido a la falta de amor de una de las partes. La historia destaca por su utilización de elementos simbólicos visuales como la presencia del agua y los espejos como recurso para expresar las emociones de los personajes así como la utilización de un erotismo elegante y poco explícito. Elementos que serán una tendencia en la cinta. La segunda de las historias presenta otra casuística de una relación como puede ser el encuentro puro y virginal entre una pareja de adolescentes que acuden al motel para realizar una grabación como trabajo para clase aunque el encuentro termina con eróticos resultados. Dicha inocencia de la escena de cara al espectador acabará en saco roto cuando descubramos que la muchacha ya tenía novio, el mejor amigo de su compañero, añadiendo el drama de la infidelidad a la ecuación.La tercera de las historias da inicio en un bar donde un ejecutivo y una chica, Choi, la misma muchacha de la primera de las historias (interpretada por la actriz Jin Hee-Kyung), se conocen y acaban en la dichosa habitación del motel para consumar su tensión sexual. Éste es sin duda el corte con un erotismo más ardiente y explícito con la cámara bien cerca de los personajes protagonizando unas escenas sexuales que casi resultan agresivas debido al dolor que esconde la pareja, víctimas de desengaños amorosos. En la cuarta y última presenciamos el reencuentro de una pareja que lleva años sin verse siendo de nuevo personajes con cicatrices emocionales aunque marcando una diferencia con los anteriores ya que se encuentra rodado de una manera algo más esperanzadora de cara al espectador.Motel Cactus consigue embuirte de una atmósfera sugerente y especial desde ese inicio con unas guitarras eléctricas que te seducen al empezar el visionado. Al margen de las cuatro historias abordadas, el film introduce pequeños detalles interesantes entre las mismas como por ejemplo una conversación telefónica de una chica que ha sufrido una infidelidad o una entrevista en la calle a una joven y que ocurre como avanzadilla a la segunda de las historias. La fotografía del australiano Christopher Doyle, bien conocido por sus trabajos con Wong Kar-Wai, se hace notar en el film con numerosos juegos de luces, presencia del agua en plano, elementos simbólicos, planos con ángulos complejos y un color muy particular que ayuda a construir una atmósfera muy concreta. El uso de cámara es bien particular actuando casi como un espectador voyeur de lo que está aconteciendo. Cada capítulo también refleja las distintas épocas del año consiguiendo cierta analogía con las diferentes etapas de una relación. Es notable remarcar que a pesar del carácter episódico de la cinta se consigue una homogeneización entre ellas y una buena coherencia narrativa.
Motel Cactus narra cuatro historias ardientes con el lado más dramático de las relaciones como nexo. |
El film destaca por un uso muy simbólico del espacio con muchos recursos visuales. |
Motel Cactus es un film muy interesante y de muchos valores aunque cuenta con una narrativa algo farragosa y que exige cierta paciencia y atención por parte del espectador debido a su abstracción visual y argumental. Las historias presentan personajes sin relación entendiendo el nexo de unión entre ellos las relaciones amorosas en estado decrépito o donde el dolor y la frustración han sustituido al amor. El uso de la habitación del motel número 407 como testigo de estas parejas, casi como si de un personaje más se tratara, resulta muy atractivo. Doyle se explaya a gusto con total libertad llenando la narración de elementos visuales tales como desenfoques, expresivos juegos de luces y sombras, cámara lenta entre otros.
Motel Cactus es una pieza notable e interesante. Un film que, en cierta manera, huye del realismo, siendo una experiencia cuasi onírica y etérea donde explora las emociones humanas con sensibilidad y desgarradora realidad, con un erotismo nada burdo ni gratuito y en un empaque visual alternativo y jugoso ayudado por un score musical que proporciona una atmósfera y un soporte emocional estupendo a lo que acontece.
El film de Park Ki-Yong se alzó con el "Premio de Nuevas Tendencias" del "Festival Internacional de Busan" con la "Mención Especial del Premio PIPRESCI" del "Festival de Rotterdam" convirtiéndose así en una de las primeras piedras para la explosión internacional del cine coreano a finales de los 90. Como curiosidad, en el guión colaboró nuestro Bong Joon-Ho antes de iniciar su carrera como director con Perro ladrador, poco mordedor (2000).