Hace unos meses, revisando la sección de libros de una famosa tienda de alimentación, tecnología y ropa, me encontré por sorpresa con la novela "
Tokio Blues" o
Norwegian Wood en su título original, de
Haruki Murakami. ¿Un libro tan especial como éste en un lugar tan masificado y generalista? Era un oasis entre el desierto. No dudé en comprarlo. Mientras me sumergía entre sus páginas, caí en la cuenta de que en mi videoteca personal disponía en DVD de la adaptación al cine de la misma novela, realizada en 2010. La vi hace muchos años pero me llamaba la atención que salvo algún
flash concreto no recordaba en absoluto nada de la película. Acabé mi lectura pocos días después conmovido y aún absorto por las palabras de
Murakami e inmediatamente me puse el film en el reproductor. Al ver la película supe porque no me acordaba en absoluto de ella.
Tanto el film como la novela cuentan los recuerdos de Toru Watanabe. Siendo adolescente, su mejor amigo Kizuki se suicidó con 17 años. Un año después, en Tokio, se reencuentra con la novia de éste, Naoko, y comienzan un idilio romántico. Aunque la pobre salud mental de Naoko, aún torturada por el recuerdo de Kizuki, la lleva a ser internada en una institución especial. Mientras, Watanabe, quien también combate sus propios demonios, conoce en la universidad a la simpática Midori, quien resulta ser el contrapunto de Naoko. Toru se encontrará entre la espada y la pared. Ser feliz con Midori y dejar atrás el pasado o seguir esperando a la cada vez más debilitada Naoko.
El
Norwegian Wood de
Murakami destaca por ser una obra desgarradora protagonizada por unos personajes rotos, con los fantasmas de los muertos persiguiéndoles incansablemente, deprimidos frente a una sociedad que no comprenden. Una obra sin duda monumental y que se adueña rápidamente de ti. Ahora hablemos de la versión en imagen real.
Tokio Blues (Norwegian Wood) viene empaquetada como un producto de lujo.
Tran Anh Hung, director de
films como
El olor de la papaya verde (1993) se pone a los mandos de la película
. Al parecer el director vietnamita le insistió mucho a
Murakami para que le permitiera adaptar su obra pero aún así no es capaz de camuflar el carácter "de encargo" de la película.
Ping Bin Lee, director de fotografía de
films de
Wong Kar-Wai como
Deseando Amar (2000) se encarga de la cinematografía de la película mientras que
Jonny Greenwood, integrante de
Radiohead, hace suya la composición de la banda sonora. Súmale un
cast lleno de unos rostros adolescentes inmaculados para dar evidencia de que se trata de un producto que lo quiere tener todo para triunfar, tomando además de base un texto imbatible aunque bien difícil de adaptar como la novela de la que parte.
Mientras leía a Murakami no dejaba de pensar que Shunji Iwai hubiera sido una elección perfecta para adaptar esta historia. Iwai es un maestro a la hora de transmitir emociones de la manera más simple y sus historias de amor eterno, puro, adolescente y llenas de melancolía podrían haber casado con Tokio Blues. No hay más que ver Love Letter (1995). Aunque si bien es cierto que Iwai tiende a representar la relación amorosa de unas maneras más platónicas y contemplativas por lo que no estoy seguro de cómo hubiera abordado el cariz sexual de esta historia si creo que hubiera sido una excelente opción.
Tokio Blues (el
film) opta por dar un tono ensoñador a sus imágenes, prácticamente flotantes y destacando lo visual como elemento transmisor de las emociones de sus personajes frente a la extrema dificultad de competir con la palabra de la novela. Esto no resulta una mala opción, ayudándose además de la sempiterna
voz en off que usualmente se utiliza en esta clase de adaptaciones. El problema con el
film es que si, se trata de un envoltorio de lujo, intachable a nivel visual pero cuyo esfuerzo acaba por resultar vacío, sin alma y sin emoción. Tan fría como la nieve por la que camina Naoko. El
film acaba resultando un caos narrativo. Una adaptación puede ser más o menos libre entendiendo que el formato literario y cinematográfico son totalmente diferentes pero tenemos un grave problema si el único que entiende las escenas o acciones del
film sea el lector de la novela y no el espectador ocasional. Y esto pasa a menudo en la película.
El inicio es sin duda atropellado. Toda una serie de escenas puestas como parches una tras otra, sin tiempo a la reflexión o sin dejar respirar a los personajes. Aspectos de vital importancia en el devenir de la historia se resienten por esta velocidad en la exposición de los hechos como es el reencuentro de Naoko y Watanabe en Tokio tras la muerte de Kizuki. Sus paseos juntos, donde se cimenta ese amor inmortal por la muchacha son solucionados en dos minutos saltando rápidamente a la vital escena del 20 cumpleaños de Naoko. Los personajes secundarios también se resienten de este atropellamiento. "Tropa de Asalto", el compañero de habitación de Watanabe en la universidad, no sale más de un minuto, aunque reconozco que dichos momentos funcionan como elemento anecdótico. Nagasawa, el peculiar amigo de Watanabe, consigue algo más de equilibrio no siendo así Hatsumi, su novia, quedando su escena más importante (la cena entre los tres y posterior paseo en taxi) en algo forzado y poco interesante en pantalla. Más doloroso resulta la dejadez de un personaje como Reiko, siendo reducida prácticamente a la nada y sin mostrar la relación tan cercana que mantiene tanto con Naoko como con Watanabe. Debido a esta dejadez su gran momento final con Toru acaba resultando ridículo o sin ningún sentido tergiversando el sentido de la escena.
En cuanto a Midori, me gustó especialmente la interpretación de Kiko Mizuhara (Ataque a los titanes (2015)) aunque también es víctima de la dejadez que comento dejando momentos sin explicar o escenas como la muerte de su padre terminal en el hospital más testimonial que otra cosa. Creo que la actriz, con el poco material que dispone para trabajar, sabe transmitir bien las emociones del personaje aunque sigan quedando bastante forzados sus comentarios picarones y sexuales.
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Kizuki, el mejor amigo de Watanabe, se suicidó a los 17 años. |
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1 año después, la novia de Kizuki, Naoko y Watanabe se reencuentran. Un amor extraño entre los dos surge. |
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La atormentada Naoko es internada en un centro. Mientras, Watanabe conoce a Midori, una compañera de clase. |
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Watanabe va visitando a Naoko. |
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Pero la muchacha no mejora. |
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Watanabe deberá tomar una decisión. Aunque la tragedia aguarda... |
Aún contando con la dejadez argumental general, el film opta por centrar su mirada en la relación entre Watanabe y Naoko dedicando minutos a escenas que si bien algunas no aparecen en la novela ayudan a dar una profundidad muy necesitada a todo el barullo del film. Rinko Kikuchi hace suya a Naoko, siendo excelente remarcando la enorme fragilidad y tristeza de la muchacha mientras que Kenichi Matsuyama realiza una interpretación correcta, sin más, de Toru Watanabe aunque restándole los aspectos más interesantes del mismo como es su intelectualidad, curiosa forma de conversar así como forma de ver el mundo dejando todos estos aspectos a adivinación del espectador. Es de destacar que uno de los elementos más frecuentes e importantes en la novela, como es la sexualidad, haya sido respetada hasta cierto punto en el film. El drama sexual de Naoko se mantiene así como los escarceos íntimos de la pareja en el campo aunque lo que en la novela eran recuerdos que los personajes se guardaban a fuego para sí mismos mientras conviven con el drama en el film, las sensaciones acaban siendo algo desvirtuadas o incapaces de transmitir la suficiente emoción.
No todo es malo, claro. Hay que reconocerle a Tokio Blues una calidad visual intachable. Ping Bin Lee hace de cada plano una postal a la que no le falta detalle. Desde la cafetería que frecuentan Midori y Watanabe, la residencia universitaria o la casa de la misma Midori. Se utilizan las diferentes estaciones del año como forma de describir las emociones de los personajes y uno no deja de sentirse acongojado ante esos paisajes nevados donde Naoko asiste a sus peores pesadillas. Las interpretaciones son más que correctas aunque poco pueden hacer los actores frente a un material tan desdibujado. Y el estar ambientada la historia a finales de los 60 le da un plus de interés retratando un momento de revueltas sociales en Japón así como teniendo en su banda sonora diversas piezas de rock y psicodelía. Hay que valorar además que en cuanto el film se desplaza un poco de la novela consigue encontrar aire y su lugar asistiendo a momentos muy bellos en ese sentido protagonizados por Naoko y Watanabe.
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Tokio Blues (Norwegian Wood) dista mucho de conseguir la emoción tan despampanante de su precedente literario pero si nos alejamos de su carácter de adaptación filmica y la valoramos en términos independientes y cinematográficos el film alcanza un estilo visual hipnótico, muy cuidado e intachable. Una experiencia que te sumerge en un mundo cuasi onírico de depresión y amores en tiempos convulsos. La lástima es que acaba por tener una narrativa desvalazada sin poder evitar un caos argumental. Un cúmulo de momentos puestos uno detrás de otro sin tiempo a que la propia historia y sus complejos personajes logren respirar acabando por ser una experiencia gélida como sus paisajes y que acaba por agotar. Murakami nos sorprendía porque la idea que teníamos del romance japonés (u oriental) era normalmente platónico, sumido en los silencios y la distancia y el escritor nos rompió los esquemas con un derroche de emociones, sexo hablado sin tapujos y puro calor. En la versión para cines de Tokio Blues, las aguas vuelven a su cauce. El amor es distante y priman los silencios. La prueba definitiva de lo alejado entre la película y la novela se halla en que el film no explica ni por asomo el motivo de su titulo; Norwegian Wood, sonando la canción de The Beatles en algún momento aislado y quedando desprovista de su valor emocional y trágico. Era la canción preferida de Naoko.
Aún así, el film logró numerosas nominaciones en diversos festivales de alrededor del globo consiguiendo premios como "Mejor fotografía" en los Asian Film Awards 2011 o el premio a "Mejor banda sonora" para Jonny Greenwood en el Dubai International Film Festival. El film, además, se benefició de una amplia venta internacional viéndose en salas de numerosos países como España. Hace pocas horas se ha anunciado una nueva adaptación al cine de una obra de Murakami: Hombres sin mujeres. Esperemos que corra mejor suerte que Tokio Blues.