CRÍTICAS PELÍCULAS

martes, 5 de enero de 2021

DOGORA, THE SPACE MONSTER (1964)


Debido al exitazo de King Kong contra Godzilla en 1962, la cual hizo cambiar las reglas del juego convirtiendo al Kaiju Eiga en un festival colorido y pop de batallas entre monstruos y el cual le hizo despojarse poco a poco de toda su carga alegórica respecto al trauma atómico, hizo que Tomoyuki Tanaka (productor de la Toho) atara a Ishiro Honda para siempre a la realización de cintas de monstruos gigantes. El progresivo desinterés de Honda frente a Godzilla no evitó que realizara otros Kaiju la mar de interesantes y exitosos como Frankenstein conquers the world (1965) y su pseudo-secuela; La batalla de los simios gigantes (1966). Si bien, hay cierto consenso entre el aficionado a destacar a Dogora, The space monster (1964) como una de las aportaciones menos interesantes de Ishiro Honda al bestiario Kaiju. No puedo estar más en desacuerdo con tales afirmaciones.

Dogora da comienzo con hechos extraños relacionados con robos de diamantes de manera casi simultánea y en diversos puntos del mundo. El inexperto inspector Kommei es asignado a rastrear una banda de ladrones de piedras preciosas. Pero a medida que avanza la investigación, empiezan a relacionar la desaparición de los diamantes con la presencia de un gigantesco monstruo espacial que se encuentra en la órbita de la Tierra. Y es que la ameba gigante parece alimentarse de todos los derivados de carbono.

No tengo claro si Dogora, the space monster iba a ser inicialmente una historia policiaca que luego por exigencias de la Toho obligaron a Honda a introducir la figura de un monstruo gigante para atraer más a la audiencia. La verdad es que era toda una práctica habitual en la época. En Gorath (1962), también de Ishiro Honda, se introduce sin tapujos una escena que no pinta mucho donde aparece una morsa gigante o en Agente 04 del imperio sumergido (1964) la serpiente Manda también hace acto de aparición de manera más bien gratuita. El problema principal con Dogora y seguramente motivo por el que el fandom ha denostado el film es la poquísima presencia en pantalla del Kaiju de turno quien no aparece más de 5 minutos y donde la habitual trama científica de avistamiento/ investigación/ descubrimiento del punto débil del monstruo, es tratada de forma más bien secundaria. El film prefiere centrarse en toda la trama policiaca en torno a la persecución de una banda de ladrones de joyas y diamantes. Un hecho que, por lo menos a mí, me resultó un soplo de aire fresco que agradecí y más cuando además dicha trama está realizada con un mínimo de ritmo, gracia y diversión. 

Así, mientras que todo el asunto con los ladrones de joyas ocupa buena parte del metraje las apariciones del monstruo Dogora, destacan por méritos propios. Dogora es una criatura espacial y tentacular, similar a una medusa, se alimenta de carbono y sus ataques, son sin duda, algunos de los mejores momentos del kaiju clásico. Esos tentáculos apareciendo de entre los cielos y descendiendo hacia la gran ciudad hubieran hecho regocijarse de placer al mismísimo H.P. Lovecraft. El equipo de efectos especiales de Eiji Tsuburaya raya la perfección en esta ocasión (las escenas con el monstruo fueron muy difíciles de conseguir consumiendo muchísimo tiempo al equipo de Tsuburaya) por lo que es toda una lástima que el monstruo tenga tan poca presencia con lo excelente de sus apariciones. Desgraciadamente, Dogora no ha vuelto a prodigarse en las pantallas si exceptuamos el pequeño cameo de la criatura en el anime de Netflix; Godzilla: El planeta de los monstruos (2017). Akira Ifukube vuelve a teñir el film de sus portentosas partituras musicales realizando un impecable trabajo como era habitual aunque su estilo tenga cierto elemento repetitivo.
Una banda de ladrones de joyas pone en jaque a la policía japonesa.

Por otro lado, hechos extraños tienen lugar. El carbono de la Tierra está desapareciendo.

¡El causante es Dogora!

Los agentes Kommei y Jackson unen fuerzas contra los ladrones.

Y Dogora aterroriza a la población. Demasiados peligros.

Rodando a Dogora.
Si hablamos del cast del film, Yosuke Natsuki se encarga de interpretar al agente Kommei acompañándole un actor occidental como es Robert Dunham (quien aparece en escenas del remontaje americano de Mothra (1961) o en films como Batalla más allá de las estrellas (1968) de Kinji Fukasaku o La guerra de los poderes ocultos (1974) de Jun Fukuda), quien hace a su vez del agente Mark Jackson, un personaje sin demasiado interés por mucho que la trama intente darle esa importancia. Supongo que escogieron a Dunham por sus buenas capacidades con el idioma japonés porque su interpretación es más bien justita, algo, por otro lado habitual en todas las apariciones de occidentales en el género Kaiju a excepción del galán Nick Adams (Los monstruos invaden la tierra (1965)). Lástima que Adams muriera tan pronto. De entre el grupo de ladronzuelos podemos destacar a la atractiva Akiko Wakabayashi quien envuelve de sensualidad su interpretación. Tanto Wakabayashi como Natsuki aparecerán en otro Kaiju del mismo año como es Ghidorah, el dragón de tres cabezas (1964). El film recurre a viejos conocidos del género y que son una presencia más que agradecida como Hiroshi Koizumi (Mothra (1961), Jun Tazaki (Los monstruos invaden la tierra o también El más allá (1964) o Ran (1985)) o Hideyo Amamoto (King Kong escapa (1967)).

Dogora, the space monster (1964) resulta entretenida en el sentido de que introduce dos tramas importantes y las va mezclando por entre el metraje lo que resulta en un ritmo conseguido y dinámico. Por otro lado, algunos momentos relacionados con los ladrones resultan bastante anodinos, la química entre Natsuki y Robert Dunham no acaba de funcionar y nos encontramos con escenas imposibles y delirantes como el momento en el que el inspector Kommei, el cual tiene las manos atadas, libera de un disparo al esposado Mark Jackson, usando el arma de espaldas y sin saber donde apunta (!!!). El juego de dobles traiciones del personaje de Mark Jackson acaba cansando y a pesar de todo, la trama Kaiju acaba resultando un pegote que está ahí por estar y atraer al espectador despistado. Aún así, Dogora no se merece el olvido al que ha sido relegado, resultando un film medianamente fresco por su mezcla de thriller, acción y un monstruo de apariciones imponentes siendo un conjunto bastante entretenido, que no memorable, pero más que reivindicable.

Al parecer la Toho confiaba tanto en el éxito del film (que finalmente no tuvo) que tenía planeada una serie de secuelas centradas en el personaje de Mark Jackson. Por suerte, no siguieron con esa línea.

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