Cuando parecía que
Invasión extraterrestre (1968) iba a cerrar la saga de una forma digna, volvió poco después la
Toho para reclamar de nuevo los servicios del pobre Godzilla y así emprender
La isla de los monstruos. Con el género
Kaiju en plena decadencia, existían varias excepciones. En la televisión,
Eiji Tsuburaya había sabido trasladar el
kaiju al medio televisivo a la perfección con
Ultraman, y desde su presentación en 1966 gozaba de un éxito apabullante, mientras que en el cine, Gamera, parecía resistir con una propuesta como
Viras ataca la Tierra (1968), un filme de ínfimo presupuesto (e ínfima calidad), protagonizada por niños y que había supuesto una muy grata respuesta en la taquilla. Así que éste era el camino, convertir a Godzilla en un producto por y para niños. Se volvió a reunir a
Ishiro Honda y éste tenía entre manos una historia muy personal, la cuál estaba deseoso por rodar. Una historia bastante interesante: presentar a Godzilla y compañía como el producto de la imaginación de un niño solitario víctima de
bullyng. Algo así como
La historia interminable (1984) pero en formato
kaiju. Una premisa la mar de sugerente que muy pronto se vio truncada por graves hechos.
Primero, el presupuesto otorgado por la
Toho para esta producción fue bajísimo, y para colmo de males, el alma de Godzilla,
Eiji Tsuburaya, murió poco después del estreno del presente filme dejando tras él una forma única y mágica de crear cine. La muerte de
Tsuburaya fue la gota que colmó el vaso para
Ishiro Honda, ya que
Tsuburaya, quizás, era uno de los pocos motivos que le quedaba al director para seguir regresando a la eterna saga Godzilla. Si bien, el mismo
Eiji Tsuburaya no participó en
La isla de los monstruos ocupándose
Teruyoshi Nakano y el mismo
Ishiro Honda de la elaboración de los efectos especiales de la película. Aún con su amistad, la relación entre
Tsuburaya y
Honda se estaba distanciando debido a la ingente cantidad de trabajo que la
Tsuburaya Productions estaba recibiendo,
Ultra Series mediante.
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Nuestro protagonsita es acosado por sus compañeros de clase |
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Mantiene largas y "profundas" conversaciones con Minya |
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Su padre también le tiene puteado
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La isla de los monstruos (1969) aún siendo un producto finalmente fallido es un trabajo a tener en cuenta y a reivindicar por su singularidad dentro del
Kaiju Eiga. De hecho,
Honda consideraba éste uno de sus trabajos preferidos. Presentar a Godzilla y al resto de monstruos gigantes como seres que no existen en la realidad me parece atractiva a la par de única en la saga respondiendo los monstruos a las ensoñaciones o imaginaciones del niño protagonista, seguramente un fanático de las cintas de monstruos. Siguiendo este concepto, el abundante uso de
stock footage (principalmente sacado de
Los monstruos del mar y
El hijo de Godzilla) parece hasta justificado ya que bien pueden ser imágenes pertenecientes a las películas que Ichiro, el personaje infantil, ha visto. Un niño, loco por las películas de Godzilla y cuyos monstruos son su única compañía y válvula de escape frente a un mundo solitario de padres ausentes. La lástima es que, como he apuntado, el trabajo termina siendo fallido por culpa de un desarrollo que va a trompicones y con ciertas decisiones de mucha torpeza, a pesar de un inicio interesante.
El protagonista absoluto de la función es un niño muy seventies, con pantaloncito corto y eterna gorra cosida a la cabeza, que a pesar de ser el marginado del barrio y ser asaltado cada dos por tres por sus compañeros de clase (una panda de delincuentes juveniles), realiza una interpretación repelente y antipática (ya en los créditos iniciales el mismo actor nos tortura los tímpanos con un tema musical cantado a berridos... ¡¡¡Gojiraaaaaa...Gojiraaaaa!!!). En casa, el niño se imagina que viaja a Monster Island, donde (¡y atención!) hace amistad con Minya, el hijo de Godzilla, quien disminuye su tamaño a la altura del niño para entablar profundas conversaciones con él. Resulta que Minya está igual de puteado que Ichiro por culpa de un kaiju grotesco y verdoso llamado Gabarah (el mismo nombre que el bully del niño), y para colmo, su padre (Godzilla), es demasiado exigente con él y no deja de obligarle a entablar batallas monstruosas para hacerse un "hombrecito". Niño y monstruo aprenderán así de sus experiencias para superar las dificultades de la vida.
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Gabarah es el lamentable villano del film |
Pocas escenas nuevas con monstruos hay en el filme exceptuando la escena regrabada de Godzilla enseñando a su hijo a lanzar su aliento atómico o la batallita final de Godzilla vs Gabarah.
En paralelo a las ensoñaciones del niño, éste es secuestrado en su vida real por un trío de ladronzuelos de poca monta y escondidos en una especie de fábrica abandonada, protagonistas del lamentable tramo final del filme. Una mezcla entre un film de Parchís y Solo en Casa, con el niñato venciendo a los ladrones de unas maneras vergonzosas. La guinda del pastel viene al final, cuando el niño sigue las lecciones vitales de Minya y resuelve sus problemas de bullyng a hostia limpia y humillando a un pobre trabajador de la calle. Sí, la moraleja de que debes usar la violencia y ser un mequetrefe para resolver tus problemas te deja con un regustillo confuso.
Como he dicho, es un trabajo finalmente fallido a pesar de sus intenciones iniciales por culpa de un presupuesto casi inexistente o un infantilismo algo estomagante. Aún así podemos sacar puntos interesantes como momentos en donde la cámara de Honda baja al mundo de los niños, filmándolos como uno más y sin la condescendencia de los adultos. O los sugerentes ambientes en donde se mueve el niño protagonista. El mundo por donde éste se mueve y vive sus días, las calles del extrarradio; sucias, llenas de fábricas, con unos padres eternamente ausentes... un escenario atractivo e interesante y que mostraba una problemática del Japón de finales de los 60 con padres de familia teniendo largas jornadas laborales y dejando a sus hijos solos y sin referentes. Solamente a los monstruos heroicos de la televisión y el cine como compañía. Del filme me quedo con esa secuencia de Ichiro volviendo del colegio, sin nadie en casa, abriendo la nevera y viendo por enésima vez la nota de su madre diciendo que llegará tarde. Comiendo en solitario mientras ve la televisión y finalmente abatido en el suelo, muerto de aburrimiento y dejándose llevar por sus imaginaciones Godzillianas. Esta secuencia es un pequeño momento de oro de lo que podría haberse convertido el film. Lástima del conjunto. Convertir a Godzilla en La historia interminable no hubiera estado nada mal.
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Godzilla le hace a Gabarah una llave de karate que ni Bruce Lee |
La isla de los monstruos (1969) fue un absoluto desastre en taquilla y en Japón sólo fueron a verla 1,5 millones de espectadores. Ishiro Honda no volvería a dirigir ningún film del saurio hasta 1975, la travesía por el desierto de Godzilla había comenzado...
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