CRÍTICAS PELÍCULAS

miércoles, 22 de febrero de 2023

THE WANDERING MOON (2022)



Lee Sang-Il es uno de los directores más interesantes del Japón de nuevo milenio. Desde su debut en 2002 con Border Line, suele tratar temáticas bastante arriesgadas que ofrecen un fresco social interesante y crítico con el Japón actual. Unos trabajos que además se suelen saldar con éxito de público como Hula Girls (2006) o Villain (2010). Pasando por ese extraño (por innecesario) pero remarcable remake del Sin Perdón (1992) de Eastwood, convertido en Unforgiven (2013), su cine, en estos últimos años, parece querer ir más lejos llevando al espectador a terrenos cada vez más incómodos pero estimulantes como la muy notable Rage (2016) o el filme que nos ocupa hoy: The Wandering Moon (2022).

El filme cuenta cómo en un parque, en una tarde lluviosa, un estudiante universitario de 19 años, Fumi, ofrece un paraguas a una niña de 10 años empapada, Sarasa. Al darse cuenta de su renuncia a irse a casa, Fumi la deja quedarse en su casa, donde pasa los próximos dos meses en paz. Se toman de la mano y parecen haber encontrado finalmente su lugar en el mundo hasta que arrestan a Fumi por secuestro. Quince años después, los dos solitarios se reencuentran, ambos aún sufriendo el estigma de ser víctimas y perpetradores de "un caso de pedofilia".

Como he comentado, Lee Sang-Il suele adentrarse en terrenos algo peliagudos en sus trabajos, si bien al ser producciones amparadas en grandes estudios como Toho, el director tenía que cortarse algo en sus planteamientos. Esto no pasa con The Wandering Moon (también conocida simplemente como Wandering), y quien la productora GAGA, da libertad creativa a Sang-Il para así poder permitirse llegar lejos y volar alto. 

The Wandering Moon es un drama orquestado de manera ejemplar y que pone contra las cuerdas al espectador, desafiándole (aún a costa de crear rechazo) a querer empatizar con un protagonista supuestamente pederasta y su víctima la cual quiere estar junto a él para retomar un pasado en el que vivieron, quizás, los días más felices de sus respectivas vidas. El filme es tremendamente rico tanto en la psicología de sus personajes como en el fresco social del Japón actual tan duro que se realiza con un machismo feroz, violencia de género, abusos sexuales centrando su mirada en el papel de la mujer nipona y la presión a la que se ve sometida en la sociedad. Al final presenta la idea de que si eres diferente en Japón, o escapas del modelo social aceptado, los prejuicios y la presión de la masa acabarán por destrozarte.

Lee Sang-Il se suele rodear de grandes repartos (Ken Watanabe, Aoi Miyazaki, Satoshi Tsumaboki...) y aquí no es la excepción siendo su pareja protagonista uno de los grandes puntos fuertes de la cinta. Suzu Hirose, quien ya aparecía en el anterior trabajo de su director, Rage (2016), ofrece una interpretación verdaderamente sobresaliente, de una madurez fuera de toda duda y conmovedora hasta el hueso. Una joven con inquietudes que se salen de la norma de lo que debería ser la mujer modelo japonesa (todo lo que se aleja de quedarse en casa a cuidar del marido), de traumas sexuales pasados y que en el presente vive una relación tóxica con una pareja que acabará maltratándola. 

La verdad es que Lee Sang-Il parece empeñado en hacerle putadas a los personajes de Hirose. Si en Rage la pobre muchacha era violada por unos norteamericanos, aquí es víctima de una terrible paliza perpretada por su pareja, en una escena que duele en el alma. Cómo ha crecido, en todos los sentidos, la jovencita que vimos en Nuestra hermana pequeña (2015) de Kore Eda, convertida ahora en uno de los rostros más destacables del presente cinematográfico nipón. Fumi, el supuesto pederasta, interpretado por Tori Matsuzaka (Last of the Wolves (2021)), realiza un papel complicadísimo y sobresale con una actuación de gran sutilidad y pausa a un personaje torturado, maltratado y que nos hará dudar de sus intenciones hasta el catártico final del filme.

Fumi, un estudiante universitario, acogió en su casa a Sarasa, una niña de 10 años. Fumi acabó detenido.

15 años después los dos se vuelven a encontrar.

Se enfrentarán a la incomprensión y maltratos de los que están a su alrededor.

Técnicamente el filme es una delicia. Su trabajo de fotografía es excepcional, obra del gran Hong Kyung-Pyo, responsable de Burning (2018) o Parásitos (2019), generando grandes momentos a lo largo de todo el filme. Me quedo con esa captación semi nocturna de lo cotidiano de las calles japonesas, que me atraparon y me sedujeron poderosamente. 

Así, The Wandering Moon es un ejemplar filme en todos los sentidos, cuyo silencio en festivales internacionales o canales oficiales asiáticos me resulta incomprensible. Un trabajo de una fuerza y belleza visual fuera de toda duda, de reparto excelente, bellísima banda sonora, en una obra además nada complaciente, que se arriesga a crear rechazo y que desafía al espectador con una temática sin duda compleja y complicada. Traumas sexuales, machismo, violencia de género, el estado social del Japón actual, los prejuicios, la incomunicación o la soledad son tratados de una forma conmovedora y rica en matices. Todo lo presentado convierte a The Wandering Moon como uno de los mejores filmes japoneses de estos últimos años y el mejor trabajo de un director con solera como es Lee Sang-Il.

Escenas como la desesperada huída hacia ninguna parte de Sarasa después de ser golpeada por su novio, el recuerdo de la captura policial de Fumi en el lago, el mismo Fumi desnudando su alma y cuerpo a Sarasa... son momentos que se me quedarán grabados en la retina por su gran fuerza. Pero por encima de todo me quedo con el plano final del filme y que cuenta con Suzu Hirose como protagonista. Un plano que transmite tanto y que rezuma sexualidad, amor y alma por todos sus poros, realizado además con la máxima sencillez. Para quitarse el sombrero.

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