La Filmark International Ltd hizo de las suyas especialmente en los años 80, con el ánimo de hacer negocio y dinero fácil no dudaba en comprar peliculillas coreanas, taiwanesas o tailandesas, las cuales remontaba y vendía de nuevo para su estreno en cines de Hong Kong, Japón u occidente. Uno de los remontajes más memorables e imperdibles se lo debemos al productor Tomas Tang bien conocido por sus exploits con ninjas o vampiros y quien, para Filmark, atentó al cine de manera maravillosa y fascinante con esta Robovamp (1988).
Tang, desgraciadamente fallecido en 1996 por un incendio en sus oficinas que también provocó la destrucción de los negativos originales de Robovamp, echa mano de una trepidante cinta de acción tailandesa, Paa Lohgan (1984), y en una túrmix imposible le introduce todos los elementos que más molan: vampiros chinos, maestros taoístas, artes marciales, disparos a raudales y... ¡el Robocop más alucinante y cutre de la historia!
Si alguien intenta entender el argumento de Robovamp sería algo así. Tenemos por un lado a una banda de narcotraficantes que para proteger los envíos de droga deciden realizar un plan infalible como es entrenar a vampiros (de los que saltan) gracias a la ayuda de un maestro taoísta. Si bien, las fuerzas policiales idean un plan para combatir a los vampiros como es la creación de un robot invencible. A la vez, unos agentes especiales se adentrarán en la jungla (el metraje tailandés) al lugar donde fabrican la droga para desbaratar de una vez por todas los planes de estos traficantes del diablo.
Robovamp (1988) es un atentado a la lógica y el buen gusto. Un filme incomprensible y deplorable pero que a la vez se convierte en un must see para el amante de la juerga y del amante de la serie Z. De tan desvergonzada, risible y despreocupada resulta una experiencia irresistible con la que no puedes apartar la mirada de la pantalla.
Paa Lohgan (1984) |
Robovamp (1988) es un atentado a la lógica y el buen gusto. Un filme incomprensible y deplorable pero que a la vez se convierte en un must see para el amante de la juerga y del amante de la serie Z. De tan desvergonzada, risible y despreocupada resulta una experiencia irresistible con la que no puedes apartar la mirada de la pantalla.
Hay por ahí algún acierto, hay algunas escenas de artes marciales (realizadas por veteranos de la Shaw Brothers), donde algunos personajes luchan contra vampiros y fantasmas que no están nada mal. Ya habíamos tenido variados exploits que canibalizaban el éxito de Robocop (ahí tenemos la divertida Robotrix (1991), también de Hong Kong o la japonesa Lady Battle Cop de 1990) pero el robot de Robovamp se lleva la palma con un disfraz que no es más que un chándal plateado adornado con hilarantes efectos de sonido robóticos. Maravilloso. Claro que si, un aplauso por los santos bemoles de presentar algo así y no sentirse avergonzado. Este Robocop de las rebajas tiene su momento culmen en una escena en la playa donde el pobre es atacado por varios vampiros chinos hasta que uno de los narcotraficantes le asesta con un bazooka dejando al robot destrozado. Pero no os preocupéis, a la siguiente escena uno de los científicos respira aliviado: “Menos mal, solo ha sido un cortocircuito...”.
Vampiros entrenados para proteger el traslado de droga de unos narcotraficantes. |
Policías y científicos idean un plan infalible. ¡Un Robocop de las rebajas! |
¿Logrará vencer a la amenaza? |
Una fantasma con transparencias y amores de ultratumba con un hombre lobo |
Robovamp es un "guirigay" estupendo. Nada tiene sentido y sus responsables no tienen vergüenza ninguna y eso la hace una imprescindible de la serie Z más loca de los 80 y que me resulta imposible de puntuar. El amigo Tomas Tang siguió erre que erre con el tema hasta formar una trilogía que es el culmen de la caspa, compuestas por El diablo de la dinamita (1987) y Contraespionaje en la selva (1989). Gemas que ya analizaremos más adelante.
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